Historias de El Pardo

Un lugar para el recuerdo de los Veteranos del Regimiento de Transmisiones



10/07/2014

CANCIONES DEL REGIMIENTO, 1957

La primavera de 1957 fue benigna.  Los reclutas recién ingresados agradecíamos las salidas mañaneras de marcha, con mono caqui y alpargatas blancas, al monte de El Pardo, un pulmón en medio de la espléndida naturaleza.  Y en las marchas cantábamos hasta que el cansancio podía más que la alegría de estar fuera del cuartel.

En la compañía, la Segunda de Radio, teníamos un director de coro de marchas de lujo: Javier Fleta, también recluta de reemplazo e hijo menor del afamado tenor lírico aragonés Miguel Fleta, que alcanzó fama universal en los años 1920 y primeros de 1930.  Las hermanas de Javier, Elia y Paloma Fleta, formaban entonces el dúo “Hermanas Fleta” y cantaron con mucho éxito música ligera y jazz en los años 1950 a 1970. Javier también probó fortuna en el cine y el espectáculo pero su carrera artística fue muy corta.

El caso es que cantábamos.  He tratado de recordar aquellas canciones con la nostalgia de los años mozos y, como pienso que habrá muchos a quienes les pasará lo mismo, las he recopilado a continuación para rememorar sus letras.

La más frecuente era “Margarita se llama mi amor”.  Opción lógica, ¿quién no tenía, o soñaba tener, una Margarita que le esperara y le echara de menos?  Era una canción del campamento de Robledo de Chavela de las milicias universitarias.  Recuerdo que nuestro arreglista y adaptador era otro recluta de reemplazo, José Manuel (?) Boto. Me imagino que la hubiéramos cantado todavía con más brío si hubiéramos visto la película homónima de 1961 en la que la Margarita de nuestros sueños estaba encarnada por la sensual y curvilínea Mercedes Alonso.  La canción es de Julio Salgado Alegre y dice así:
Margarita se llama mi amor,
Margarita Rodríguez Garcés,
una chica, chica, chica, pum
del calibre 183.
Margarita el pañuelo sacó
cuando el tren hizo píí... chacachá
y una lágrima rodó, rodó, rodó,
por su rostro angelical.
No llores más por mí,
le dije yo al partir
porque te escribiré
en cuanto llegue allí.

Y rápida serás
en la contestación
para que llegue bien
pon esta dirección.
Pon, pon, pon, pon, porompon-pon

Segunda compañía
de Radio batallón.
Si preguntas en El Pardo
te dirán que es la mejor.


La segunda entre las preferidas era “Montañas nevadas” que había sido, curiosamente para ser una canción marcial, compuesta pocos años antes por una mujer, Pilar García Noreña, y se encargó de ponerle música en 1945 un conocido compositor de entonces, Enrique Franco Manera. En palabras de la autora, esposa del embajador Juan Ignacio Tena, se le ocurrió en una mañana muy limpia, en la que iba, o volvía, de comulgar, y en la que se sentía feliz. Y, para comunicar esa felicidad a todos, fue componiendo estrofas y las redactó con viveza cuando llegó a su casa.
La mirada clara, lejos,
y la frente levantada,
voy por rutas imperiales
caminando hacia Dios.
Quiero levantar mi Patria,
un inmenso afán me empuja,
poesía que promete
exigencia de mi honor.
Montañas nevadas,
banderas al viento,
el alma tranquila.
Yo sabré vencer.
Al cielo se alza
la firme promesa,
hasta las estrellas
que encienden mi fe.
José Antonio es mi guía
y bendice Dios mi esfuerzo;
cinco flechas florecidas
quieren alzarse hacia Dios.
Montañas nevadas,
banderas al viento,
el alma tranquila.
Yo sabré vencer.
Al cielo se alza
la firme promesa,
hasta las estrellas
que encienden mi fe.


Otra canción era “Prietas las filas”, que había sido incorporada al repertorio del Frente de Juventudes en 1942.  El hecho de que fuera netamente militar, identificada con la Falange y que tratase de muerte y de un imperio a recuperar probablemente la hicieron menos popular a unos jóvenes que habíamos nacido un año antes de la guerra civil o en plena guerra civil y habíamos padecido la terrible postguerra.  La letra de la canción era de J. Villanueva y la música de A. Cabañas.
Prietas las filas,
recias, marciales,
nuestra escuadras van
cara al mañana
que nos promete
Patria, Justicia y Pan.
Mis camaradas fueron a luchar,
el gesto alegre y firme el ademán;
la vida a España dieron al morir,
hoy Grande y Libre nace para mí.
Lánzate al cielo, flecha de España,
que un blanco has de encontrar;
busca el Imperio, que ha de llevarte
por cielo, tierra y mar.
Ya las banderas
cantan victoria
al paso de la paz;
y han florecido,
rojas y frescas,
las rosas en mi haz.
La fértil imaginación de nuestro compañero Boto le llevó a poner letra a la música de una popular polka para glosar nuestro viaje al Sahara en el barco “Ciudad de Oviedo”.  La canción decía, más o menos, así:
En el Ciudad de Oviedo yo embarqué
mas del Atlántico nunca salí
y nunca más olvidaré
los puertos que yo recorrí.
Estuve en Nueva York,
La Habana también fui
y nunca más podré olvidar
las chicas que allí conocí.
Ciudad de Oviedo
eres el barco mejor,
tú te cimbreas
desde babor a estribor.
Las olas se agitan
con un lejano fragor
y los marineros gritan
esta canción de amor.
En el Ciudad de Oviedo yo embarqué
mas del Atlántico nunca salí
y nunca más olvidaré
los puertos que yo recorrí…
Para que negarlo, la canción tuvo escaso éxito.  Habían cambiado las circunstancias, habíamos madurado rápidamente y los afanes eran otros, especialmente el de matar el hambre a diario.  Ya no estábamos para canciones ni gaitas.
Vaya un recuerdo y un abrazo a Boto y a todos los compañeros.

Francisco Acebes

2 comentarios:

  1. Magnífico relato amigo Paco. Enhorabuena.
    Antonio Colomina

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  2. Seguro que, como posiblemente les haya ocurrido a otros lectores, hemos sido transportados a la primavera benigna del 1957 debido a la pluma y mente clara de nuestro entrañable amigo Francisco Acebes. En efecto, yo también recuerdo aquellas salidas matinales y una frase jocosa...¡"de campo y sin merienda..."!. Y también recuerdo que no llevábamos ni cantimplora.
    Recuerdo las canciones y la letra, además con todo lujo de detalle que nos ha ofrecido Acebes sobre los autores. Y también recuerdo al soldado Javier Fleta (muy recomendado y con pase pernocta), el cual en más de una ocasión "ninguneaba" a nosotros los voluntarios... -cosas de juventud-.
    Con la letra incorporada, debo manifestar que he vuelto a cantar dichas canciones, casi con algún atisbo de emoción. Casi incluso me han llegado los aromas de los bosques del entorno de El Pardo. En cuanto al viaje por el Atlántico con el "Ciudad de Oviedo", sólo recuerdo mis mareos y ganas de pisar tierra firme con la ilusión ?¿ de ver el Sahara.
    Muchas gracias Francisco Acebes.


    José
    Manresa

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