23/06/2012

GIBRALTAR, SIEMPRE ESPAÑOL

"Nuestro colaborador Antonio Colomina, autor de este artículo,  junto a un policía gibraltareño".
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A propósito del altercado suscitado por las autoridades de Gibraltar con los pescadores españoles, y anteriormente con las patrulleras de la Guardia Civil que vigilan el narcotráfico procedente de la roca en la Bahía de Algeciras, me gustaría hacer algunos comentarios al respecto.

Como todo el mundo sabe Gibraltar fue usurpada en 1704, en una acción conjunta de la marina británica y holandesa. Por asuntos de política internacional y sucesiones monárquicas que ahora no vienen al caso, España se ve en la necesidad de firmar un tratado en Utrech (Países Bajos), por el que concede a Inglaterra la propiedad de Gibraltar, según el artículo X de dicho tratado que dice textualmente: "España cede la ciudad y castillos de Gibraltar, juntamente con su puerto, defensas y fortalezas que le pertenecen, sin jurisdicción alguna territorial y sin comunicación alguna abierta con el país circunvecino por parte de tierra".

Los británicos, desde la ocupación de Gibraltar han vulnerado reiteradamente el tratado de Utrech, aprovechándose, posiblemente, de su poderío militar, económico y su influencia política a nivel mundial.

Pero, de todas las violaciones que han llevado a cabo, creo que la más grave y villana se produjo en 1815 (111 años después de su ocupación). La población de Gibraltar padeció una epidemia de fiebre amarilla, el gobierno británico cursó una petición al español para instalar unos barracones en zona neutral que sirvieran de hospital para los enfermos al carecer de espacio en la roca; España humanitariamente accedió al ruego inglés, pero una vez acabada la epidemia, lejos de retirarse de esta zona, construyeron una verja apropiándose también del territorio neutral. Esta expansión territorial es la que les sirvió muchos años después para ampliar su población y construir —aprovechando la confusión de la Guerra Civil española— el actual aeropuerto.

Ya, en la Era moderna, siendo ministro el Sr. Castiella (1969), se cerró la verja que daba paso terrestre a la Colonia, cumpliendo así una de las condiciones del tratado y como medida de presión por parte del Gobierno Español, quedando cortado el cordón umbilical que daba vida a las dos ciudades: Gibraltar y La Línea de la Concepción. Cinco mil trabajadores españoles quedaron en paro y los gibraltareños sufrieron la asfixia al verse aislados sin alimentos frescos, ferias, corridas de toros, partidos de fútbol y el vinito de las estupendas bodegas linenses. Mientras tanto, el Gobierno Español recolocaba a los obreros en puestos de trabajo ofertados por toda la geografía nacional y emprendió un plan de desarrollo para el Campo de Gibraltar. Industrias como: Petroquímica, Refinería de petróleo, Acerinox, Confecciones Gibraltar, etcétera. Miles de viviendas sociales se edificaron y se crearon diversos centros de enseñanza. Se construyó un gran estadio de fútbol, entre otras instalaciones deportivas, así como centros culturales y sanitarios.

En 1982 fue abierta de nuevo la verja para peatones y tres años después para vehículos; recobrando, tanto la zona administrada por los ingleses como la española, una actividad comercial y turística de primer orden.

Lejos de lo que mucha gente cree al Reino Unido le importa bien poco poseer seis kilómetros cuadrados de piedra y una pequeña ciudad de treinta mil habitantes hispanoparlante a miles de kilómetros de Londres. Que Gibraltar es territorio español es una obviedad, pero para los británicos es una base militar de gran importancia. Al Peñón han sabido sacarle partido, es una fortaleza, existen en su interior un laberinto de túneles, pasadizos y galerías, donde la guarnición militar inglesa aloja sus arsenales armamentísticos. El Reino Unido no quiere ni oír hablar de la descolonización de Gibraltar; para ellos es uno de los últimos reductos de su imperio colonial, la puerta del Mediterráneo, una de las legendarias Columnas de Hércules, la joya de la corona...

Las ciudades de Gibraltar y de La Línea de la Concepción están unidas indisolublemente por lazos de consanguinidad y económicos. La segunda se hizo a la sombra de la primera. Son centenares los jóvenes gibraltareños o “Llanitos” —como también se les denomina—, los que se han cruzado mediante el matrimonio con los linenses. Viven infinidad de niños en Gibraltar que tienen a sus abuelos, tíos y primos en la parte española y viceversa. Reciben una educación a la inglesa, sin embargo, el idioma habitual entre ellos es el español con acento andaluz, entremezclando en las conversaciones palabras sueltas o pequeñas frases en inglés.

Las circunstancias tan especiales que envuelven a toda la zona hacen necesario un acuerdo tácito de convivencia pacífica entre ambas partes, no exento de la histórica reivindicación española sobre la Colonia. Nada que ver con el caso de Ceuta y Melilla —aunque algunos se empeñen en hacer cierto paralelismo—; estas dos últimas ciudades, aunque en suelo africano, ya eran españolas antes de que se fundara el reino de Marruecos.

Deben de cesar por parte británica los hostigamientos e intimidaciones hacia nuestros pescadores y Fuerzas de Seguridad. Nuestro ministro de Exteriores debería recordarle a su homólogo inglés que para llegar a Gibraltar hay que franquear necesariamente el espacio aéreo, las aguas jurisdiccionales o la frontera terrestre españoles, por lo tanto, las llaves del Peñón, aunque les pese, las tiene España y, aunque no sería deseable, puestos a molestarnos algo podremos hacer…

Antonio Colomina Riquelme

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