16/11/2013

LA ROCA


Nº 1.-  Vista aérea del Peñón de Gibraltar en la actualidad.

Antonio Guzmán Colomina Riquelme




Me moría de ganas por conocer aquella piedra. Un día le dije a mi amigo Meca: prepara el seiscientos que nos vamos de vacaciones.

Llegó el momento, pusimos sobre la baca del pequeño vehículo una maleta y emprendimos la marcha. Era la anochecida del día 2 de junio de 1969. Muchos kilómetros quedaban por delante, pero la ilusión por llegar hasta aquella legendaria roca envuelta en tantas leyendas nos daba ánimos para aguantar encogidos en aquél pequeño habitáculo rodante.

Tras algunas paradas y varios cafés en bares de carretera, divisamos el Puerto de la Mora. La empinada, larga y estrecha subida nos hizo vislumbrar una fila interminable de diminutas luces emitidas por centenares de vehículos que serpenteaban. Nos quedamos mirándonos mi amigo y yo, se nos puso a ambos la piel de gallina al pensar que debíamos subir con nuestro trasto de cuatro desgastadas ruedas por todo aquél camino.

Lo conseguimos, nuestro viejo 600 D, se portó maravillosamente bien. Incluso nos permitimos el lujo de hacer algún que otro adelantamiento a los mastodónticos camiones.

Llegamos a Málaga y ya se percibían las claras del día, el Mediterráneo, a lo lejos, parecía darnos la bienvenida, mi amigo y yo nos apeamos de nuevo del mini vehículo con unas ganas locas de estirar las piernas y tomar algo caliente, tocaba el primer café de la mañana, esta vez acompañado de unas torrijas buenísimas elaboradas por la cocinera del bar Victoria.

Tras fumar el primer Bisonte del día reanudamos nuestro viaje, ya cansados y con las piernas entumecidas cruzamos Estepona y, sobre las nueve de la mañana pudimos ver al fin la piedra, seis kilómetros cuadrados de roca envuelta en una aureola de misterio. El león dormido, una de las Columnas de Hércules, el vetusto Peñón de Gibraltar; sobre su cima y, a modo de sombrero, una nube negra que presagiaba un molesto viento de levante. Detuvimos durante unos minutos el coche para contemplar la panorámica; delante del gigantesco pedrusco, La Línea de la Concepción, una extensa y llana ciudad formada por viviendas unifamiliares y suelo arenoso, con un precioso mar azul intenso.

Por fin llegamos al hotel, mi amigo y yo respiramos tranquilos. El viejo seiscientos se tragó los 700 kilómetros de carretera sin darnos ninguna sorpresa desagradable. Tras una ducha y ropas limpias salimos como una bala hacia el lugar más cercano al Peñón. Realizamos arduas gestiones para poder atravesar la frontera, pero no fue posible. El acceso a Gibraltar era muy restringido, la Delegación de Fronteras y Orden Público del Campo de Gibraltar tan solo concedía algunos permisos en casos muy excepcionales. O, a los españoles que disponían de empleo en la parte británica. Nos acercamos a la Aduana y al entrar quedamos sorprendidos por el multicolor de los uniformes que había en un espacio tan reducido: funcionarios de hacienda vestidos de blanco, el verde de los guardias civiles, el gris de los policías armados, el azul marino de los policías municipales, el caqui de un soldado que hacía guardia al pie de un mástil donde ondeaba la bandera española y, a tan solo unos metros, el color negro de los “bobbies” gibraltareños. Toda una variedad de colores confundían a algunos extranjeros que ignoraban muchas veces a quienes debían dirigirse para realizar alguna consulta. Y después llegamos hasta el puesto fronterizo, el lugar más avanzado hacia el Peñón que estaba permitido llegar. Nuestra ilusión por escudriñar en las entrañas de la roca se esfumó. Nos atraía la misteriosa leyenda de que el fantasma del almirante George Rooke, que falleció cinco años después de ocupar Gibraltar, merodeaba por las galerías interiores del peñasco. También, cómo no, ver a esos antipáticos simios que habitan por la roca y que roban todo lo que pueden —han tenido buenos maestros—. Asimismo, observamos que, a pesar de hacer un día caluroso la gente que regresaba de Gibraltar vestían indumentarias muy amplias y largas. Curioseando nos dijeron que casi todos escondían bajo sus ropas algún cartón de tabaco, preferentemente de la marca ‘555’, o ‘du Maurier’; cigarrillos rubios muy valorados en la parte española. Al parecer, eso no se consideraba contrabando y estaba ‘tolerado’ por las autoridades aduaneras. Aunque tampoco se podía hacer descaradamente ni de forma abusiva. Con estos pequeños extras los trabajadores españoles en Gibraltar se permitían algunos que otros caprichos, prohibidos generalmente para los que laboraban en la parte española.

Al volver sobre nuestros pasos, mi amigo y yo decidimos tomar un tentempié y nos dirigimos hacia la bodega Serrano. Escuchamos una fuerte trifulca, un Land Rover de la Policía Armada estacionado en la puerta. Indagamos a través de unos viandantes y nos enteramos que se trataba de unos militares ingleses —lógicamente libres de servicio y vistiendo de paisano— que, al segundo vaso de vino, se volvían pendencieros, perdiendo toda su flema y buena educación.

Nuestra estancia en La Línea de la Concepción fue de lo más agradable, sus gentes alegres y extrovertidas nos hicieron pasar unas jornadas maravillosas.

Llevábamos cinco días en el Campo de Gibraltar contemplando todas las mañanas al levantarnos la impresionante y enigmática piedra descansando sobre la Bahía de Algeciras. Mi amigo y yo recorrimos toda la zona, incluso un día nos acercamos hasta Ceuta acompañados siempre por una legión de delfines que nadaban graciosamente alrededor de nuestro ferry.

Ya lo teníamos todo preparado para el regreso, pero algo nos hizo alargar un día más nuestra estancia: al día siguiente, el 8 de junio de 1969 se cerraba la verja por decisión del Gobierno Español. No podíamos perdernos ese histórico acontecimiento.

La noche era húmeda y corría la desagradable brisa de levante, la alambrada se encontraba iluminada por los reflectores de las muchas cadenas de televisión que filmaron el suceso, por parte británica la BBC de Londres y muchas otras; por parte española, la única cadena que existía, TVE.

Llegó el momento álgido. Entre centenares de flases, focos, cámaras y miradas afligidas, un miembro del cuerpo de la Policía Armada, dirigiéndose con paso lento, pero firme, se acercó hasta la puerta de la verja y, ceremoniosamente, deslizó un grueso cerrojo de hierro sobre sendos pasadores sellándolo con un candado de grandes dimensiones.

Al día siguiente, mi amigo Meca y yo partimos de nuevo hacia nuestro pueblo con una sensación de tristeza. Primero por no haber podido tocar aquella arcana roca. Después por ver separados dos pueblos que, aunque en ambos ondeen banderas diferentes, están unidos por lazos indisolubles de consanguinidad. Y por último, porque ni a mi amigo Meca ni a mí nos gustan las murallas.

***


Nº 2.-  Momento histórico del cierre de la verja fronteriza por orden del Gobierno español el 8 de junio de 1969.

12/11/2013

CONDUCTORES

Se cumplen 56 años del lamentable conflicto iniciado en los territorios españoles del África Occidental Española y , para no apartarme demasiado de la versión utilizada después de tantos años, citaré la “Campaña Ifni-Sahara 57-58”, periodísticamente, o políticamente como “La última guerra de África”, y también “La última guerra de España”, “La guerra olvidada” , “Ifni, la guerra fantasma”, “Una guerra de pobres”, ”La guerra secreta”, etc.etc.


Pese a todo el conglomerado “literario”, lo evidente es que, tras superar más de medio siglo, lo que ha abundado con descaro ha sido precisamente la infinidad de versiones por parte de la prensa y “aventajados-mentirosos escritores que han pretendido acuñarse como historia unos hechos bélicos y/o otros relatos como quién edita una novela de “El Coyote”… Afortunadamente, han dejado una pequeña pero veraz crónica algunos insignes militares (muchos ya fallecidos) que, en realidad, sí pisaron aquellos territorios en época del conflicto, (muchos de ellos eran entonces tenientes). Naturalmente, sin ser periodistas antes, ni ahora políticos, somos muchos todavía los que sobrevivimos para contarlo, pero nuestra condición es de “ciudadano” a secas y únicamente mantenemos los recuerdos. ¿Y qué decir de la política? Ahí está el dilema, porque tanto nuestros gobernantes de turno entonces como los que les han precedido hasta hoy emplearon y emplean idénticos slogans novelescos. La realidad, en definitiva, además de las denominadas “bandas” tuvimos como enemigos a determinados países poderosos, los mismos de antes que a lo largo de nuestra historia auspiciaron semejantes posturas de insolencia y contienda. Y de sobra prevalecen versiones de muchos “entresijos” entre los altos mandos “negociadores” (desde 1957 a 1975).

Lamentablemente, me es imposible olvidar esta página de nuestra historia como la más reciente, pero por otra parte inevitable, si que para abordar el tema que pretendo he empleado un preámbulo a modo de espejo retrovisor para continuar con un recuerdo.

Como colaborador de este Blog, nada me ha satisfecho más que encontrar un espacio totalmente abierto de interrelación entre compañeros que, coincidiendo con el Servicio Militar, un buen número coincidimos como expedicionarios y participamos en la Campaña Ifni-Sahara antes mencionada. El resultado ha sido una participación y aportación clara y sincera de muchas vivencias. Pero, por mi parte, ya desde hace tiempo estaba barruntando la necesidad de no pecar de más olvidos. Por esta razón he decido sacar a la luz un nuevo recuerdo: a los CONDUCTORES, como expedicionarios, de todos los vehículos que nos trasportaron y acompañaron en cada una de las misiones al volante de :”jeeps”, “Dodges”, “Fords K”, aljibes, ambulancias, vehículos de Intendencia, etc., muchos de ellos como agregados, puesto que por aquel entonces la mayoría de las unidades no tenían vehículos propios, incluso la Legión y Regulares. Eran, pues, soldados de reemplazo pertenecientes a Automovilismo, o tal vez a unidades de Caballería Mecanizada. Por eso, desde aquí quiero manifestar mi más profundo respeto y honor a todos estos hombres que, en ocasiones sin conocer su nombre, compartimos y compartieron la amistad, el deber y el riesgo unidos al mayor calor humano. También sufrieron las bajas de muertos y heridos. Seguro que, licenciados afortunadamente hoy, todavía se encuentran muchos de ellos esparcidos por la geografía de España, y no es de extrañar que sientan con el rescoldo de aquel calor agrupados en Asociaciones de Veteranos. Son ciudadanos como yo y todos. No importa su anonimato, fueron compañeros. Pero sí que con uno solo, que recuerdo por su nombre aquí, mi pretensión es abrazarlos a cada uno. Vaya pues mi homenaje y gratitud a todos los Conductores en la persona del compañero JOSÉ SARRIÓN MEDINA, de Morón de la Frontera (Sevilla), felizmente regresado como yo. Fue nuestro conductor del “Dodge” en los días de servicio en la posición de Daora, al Norte de El Aaiún.

Por último, creo que sería de regocijo para este Blog, poder acoger correos precisamente de estos soldados conductores expedicionarios de Ifni-Sahara 57-58. Es posible se pueda conseguir algún contacto y noticias de estas Unidades. Muchas gracias.





José R. Manuel Sabaté

Manresa

Noviembre 2013