…nuestro amigo y colaborador D. Antonio Colomina nos desea a todos feliz año 2011, deseo que, desde este espacio, también le transmitimos a él.
…nuestro amigo y colaborador D. Antonio Colomina nos desea a todos feliz año 2011, deseo que, desde este espacio, también le transmitimos a él.
Desde el acuartelamiento el Bruch, sede del Batallón de Transmisiones IV/22, nos llega en forma de metopa, el agradecimiento de esta unidad por nuestra humilde colaboración, con las siguientes palabras:
Al equipo de “Historias de El Pardo”
Con agradecimiento por su inestimable
colaboración y apoyo
Para nosotros es un verdadero honor el haber recibido esta cortés muestra que, por inesperada, tiene mucho más valor, pues nuestro pasado en el Arma de Ingenieros, de un peculiar modo, sigue presente en nuestras vidas.
Fueron pocos días, pero para mi significaron poder mirar atrás en el tiempo y recordar aquella aspiración, ya lejana, de formar parte de la Academia General Básica de Suboficiales. Un anacronismo que, paradójicamente, supuso para mí una enorme satisfacción.
No es la primera vez que en este blog se ha tratado el asunto del modo de recordar el servicio militar que cada lector tiene. Ambos sentidos, el negativo y el positivo se han expuesto sin entrar a debatir la idoneidad de uno u otro. No obstante, para el que suscribe, treinta años después de cumplir con esa etapa de la vida, no dejan de existir motivos para inclinarme hacia el lado positivo de esos recuerdos.
Suele decirse popularmente que “el mundo es un pañuelo” y el pasado mes de mayo, dentro de los actos que se celebraron en Zaragoza en honor a la bandera, pude volver a constatarlo. Finalizado el desfile, al visualizar las preceptivas fotos en la cámara, un Teniente Coronel de uniforme se dirige a mí dándome unas palmaditas en la espalda y con un tono tan familiar que en un primer momento pensé que se estaba confundiendo de persona. En un primer momento esa fue mi sensación, pero unos segundos después caí en la cuenta de que ese oficial que me estaba saludando tan jocosamente era un compañero de reemplazo que estuvo conmigo en la compañía de Plana Mayor, allá en El Pardo. Superado este primer momento de confusión, los dos pudimos comprobar que los treinta años de separación desde la última vez que nos vimos en la estación de Chamartín no han pasado en balde, pues a los dos nos llegó a la memoria con nitidez ese día en el que partía para tomar parte en las pruebas selectivas para ingreso en la Academia General Militar.
Y esto es lo que para mi tiene valor. Los años no han sido obstáculo y en esta ocasión, el tiempo parecía haberse detenido. No deja de ser una simple anécdota pero significativa, pues, en contra, de algunos compañeros de Facultad, ni me acuerdo.