Entre los años 264 a.C. y 146 a.C., una potencia establecida, Cartago, y otra emergente, Roma, estaban llamadas a colisionar por el dominio del mar Mediterráneo. La guerra era inevitable...y tres fueron los enfrentamientos hasta que Cartago fue arrasada y eliminada de los mapas del entonces mundo geográfico conocido.
Las Guerras Púnicas, ni fueron las primeras, ni serán las últimas. Para afirmar esto último basta con asomarnos a la historia de los siglos transcurridos desde la legendaria controversia entre Roma y Cartago. ¿Acaso la humanidad no ha conocido desde entonces multitud de conflictos bélicos, entre los que se encuentran los más devastadores como la primera y la segunda Guerra Mundial?.
Es una constante histórica que los seres humanos, por diversas motivaciones entre las que sobresalen las económicas y geo-políticas, siempre han acabado de solventar sus conflictos de intereses de gran escala a través de la guerra. Bien es verdad que en el actual grado de desarrollo del Derecho internacional, esa tendencia parece estar perdiendo fuelle. Pero a pesar de ello, en estos últimos días, la sombra de Marte, dios romano de la guerra, parece volver a planear sobre la faz de la Tierra.
Una circunstancia nos separa y diferencia de guerras del pasado con la que podría volver a desatarse, viendo lo visto: esta circunstancia es que "sería la última".
Los señores Trump y Putin parecen estar llamados a representar de nuevo los papeles de Anibal Barca y de Publio Cornelio Escipión el Africano (o viceversa). Pero esta vez, tenebrosamente vinculados por un interés común: el dominio no ya del Mediterráneo, sino del resto del planeta.
Así las cosas, ¿sería más temible una guerra comercial a gran escala que el bombardeo mutuo y sin solución de continuidad de Oriente y Occidente?. Ambas manifestaciones comparten connotaciones definitorias, pues los daños colaterales también se contabilizarían en ambas versiones en número de muertos, directa o indirectamente.
Estados Unidos, Rusia, Europa en medio y China merodeando por los alrededores de estos tres bloques parecen estar, como digo, llamados a "medirse". La cuestión que más preocupa: el motivo, la motivación, el "casus belli".
Con todo, no es momento de ser pesimista. Todavía quedan (o quedamos) seres humanos que creen (o creemos) en que "el hombre no es un lobo para el hombre", llevando la contraria así a Hobbes.