Sello de la Compañía de Radio
Para la emisión del código Morse se utilizaba un interruptor denominado “manipulador” que accionado con los dedos de la mano y conectado a una emisora, enviaba las señales a la estación de radio receptora. Había radiotelegrafistas que conseguían emitir a más de 25 palabras por minuto. Era más fácil emitir que recibir, pues en la recepción había que prestar mucha atención. Los puntos y rayas no se contaban sino que se identificaban rápidamente por su “soniquete”, es decir, la “melodía” que distinguía a una letra de otra. (Pinchando en las imágenes se pueden ver los detalles).
Este código es debido a Samuel Morse, nacido el 27 de abril de 1.791 en Massachussets (EE.UU). Se componía de series de puntos y rayas que representaban a cada una de las letras del alfabeto y a los números. Los puntos eran pitidos cortos y las rayas pitidos largos. La combinación de ambos identificaban a los distintos signos. Al principio la telegrafía eléctrica era gráfica, en la recepción de las señales se imprimían en rollos de papel los puntos y las rayas de cada letra o número. Más tarde, al aparecer la radio o telegrafía sin hilos, los puntos y rayas eran grupos de sonidos, que identificaban a cada letra o número.
También se utilizaba paralelamente el Código Q creado por los ingleses en 1.909: una serie de grupos de tres letras que empezaban siempre por la letra “Q”. Cada uno de estos grupos significaban una acción a realizar durante las transmisión o recepción de telegramas. Este código se empezó a usar entre los barcos y estaciones costeras y con el tiempo se fue extendiendo para usos militares y de radioaficionados. Parte de él lo siguen utilizando hoy en día los controladores de vuelo en los aeropuertos. (“Q” viene de la palabra inglesa “question” = “pregunta”).
Para la emisión del código Morse se utilizaba un interruptor denominado “manipulador” que accionado con los dedos de la mano y conectado a una emisora, enviaba las señales a la estación de radio receptora. Había radiotelegrafistas que conseguían emitir a más de 25 palabras por minuto. Era más fácil emitir que recibir, pues en la recepción había que prestar mucha atención. Los puntos y rayas no se contaban sino que se identificaban rápidamente por su “soniquete”, es decir, la “melodía” que distinguía a una letra de otra. (Pinchando en las imágenes se pueden ver los detalles).
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