Historias de El Pardo

Un lugar para el recuerdo de los Veteranos del Regimiento de Transmisiones



22/12/2013

Felicitación a Historias de El Pardo

Desde Orihuela, capital de la Vega Baja del Segura, para mis amigos, compañeros y lectores de Historias de El Pardo, con mis mejores deseos de Paz y Bien.


A. Colomina

21/12/2013

Feliz Navidad 2013

Desde Manresa, a los autores, colaboradores y lectores del Blog les deseo felicidad y paz en Navidad y Año Nuevo.


José R.Manuel Sabaté

13/12/2013

MEMORIA HISTÓRICA

Los 2 hermanos, bueno y triste ejemplo de morir por ser español.

LA LEGIÓN RESTITUYE LA ESTATUA DEL ÚLTIMO CABALLERO LAUREADO
 El Caballero Legionario Juan Maderal Oleaga era un hombre sencillo, de una familia humilde de Bilbao; tenía 21 años cuando murió.

El año 1957 las agresiones armadas del Ejército de Liberación, brazo armado del Partido Nacionalista marroquí Istiqlal, se suceden por el Sáhara Occidental español. En Diciembre de ese año es atacado El Aaiún. El mando decide iniciar una serie de acciones ofensivas de corto radio de acción para obtener información de contacto. En El Aaiún las más importantes se realizan sobre el oasis del Messeied y Edchera, los días 22 de Diciembre y 13 de Enero de 1958.

El 13 de enero a las 7 de la mañana salía la XIII Bandera de la Legión de El Aaiún en dirección a Edchera para reconocer y obtener información de contacto. Al llegar a Edchera se encuentra con un enemigo perfectamente organizado y protegido al borde de la Saguia que abre un compacto y eficaz fuego contra los legionarios. Inicia la maniobra de envolvimiento la Compañía del Capitán Jáuregui, que va en vanguardia, llegando hasta el fondo de la Saguia con la Sección que manda el Brigada legionario Fadrique. Allí son envueltos y atacados por el frente y los flancos, acabando en el combate cuerpo a cuerpo.

Al morir el Capitán Jáuregui, el Brigada Fadrique, al mando de la Sección, ordena a sus hombres replegarse, quedándose él y el legionario Juan Maderal Oleaga enfrentándose al enemigo para proteger el repliegue de sus hombres.

El 13 de febrero de 1962 se concede la Cruz Laureada de San Fernando al Brigada legionario Francisco Fadrique Castromonte y el 8 de enero de 1966 al Caballero Legionario Juan Maderal Oleaga. Es el último soldado español al que se le ha concedido la Laureada de San Fernando, un legionario, condecoración que es sin duda la que requiere más requisitos y exigencias para su concesión que cualquier otro ejército del mundo.

El Caballero Legionario Juan Maderal Oleaga era un hombre sencillo, de una familia humilde de Bilbao; tenía 21 años cuando murió. Cuenta su padre que Jontxu, como le llamaban en casa, era bajito pero grande de corazón. En 1956 decidió alistarse en la Legión; su hermano José María había sido legionario y él quería serlo. El uniforme era para él lo más importante. Jontxu era feliz, contaba su padre, iba a venir de permiso cuando pasó “aquello”, decía, y aquello era… “Reciba usted mi pésame como padre de un muchacho, casi un niño, y mi enhorabuena como padre de un soldado. Su hijo ha muerto como un héroe”, le dijo el Coronel.

Luego llegaron los homenajes en su barrio, Erandio, el nombre de una plaza y la estatua que le erigieron. Y también apareció la repugnante alimaña vomitando sus entrañas de odio, ETA, amenazando por el homenaje a Juan Maderal acusándole de haber participado en la Guerra Civil cuando por entonces ni había nacido. Aprovechando una manifestación arrancaron de cuajo el monumento erigido en su nombre arrojándolo al Nervión. No descansaba la fiera y el 17 de Marzo de 1979 tres cobardes encapuchados acribillaron a balazos, cuando se dirigía a su trabajo, a José María Maderal Oleaga presidente de la Hermandad de Antiguos Caballeros legionarios de Vizcaya. Era hermano del Laureado Juan, el hermano que había despertado la vocación legionaria del héroe. Siete impactos de tres alimañas etarras acabaron con su vida.

Desde el Sáhara, desde la Saguia el Hamra en el Aaiún, hay una larga distancia hasta la calle Bilbao la Vieja, una larga distancia unida para siempre en el recuerdo de dos hermanos legionarios que amaban a España y a la Legión. Por España han vertido su sangre y ser legionarios les costó a los dos la vida. Pero la vida se da por una causa, por un ideal, por un compañero. Juan Maderal Oleaga murió frente al enemigo por salvar a sus compañeros. A José María se la arrebataron por ser legionario, pero no fue el enemigo quien lo hizo, no fue en ningún combate frente a frente. Fue la cobardía de tres repugnantes personajes, que simplemente al oír la palabra Legión tiemblan y se esconden. Tenían que ser tres o la banda entera para poder acabar con la vida de un legionario y necesitaron siete balazos por la espalda porque tiemblan sólo ante la mirada.

Hoy se ha recuperado la estatua de Juan que se encuentra en la Brigada de La Legión en Almería. Está mutilada porque así salió del fondo del Nervión y ahora es ejemplo para todos los que vestimos el uniforme legionario. Sólo pedimos que España y los españoles no olviden hechos como los aquí descritos. La Legión siempre recuerda y rinde honor a sus muertos. A Juan y José María Maderal Oleaga, al capitán Jáuregui, al brigada Fadrique y a todos los caídos rendimos homenaje.
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Enviado por Francisco Parra Vidal
  



16/11/2013

LA ROCA


Nº 1.-  Vista aérea del Peñón de Gibraltar en la actualidad.

Antonio Guzmán Colomina Riquelme




Me moría de ganas por conocer aquella piedra. Un día le dije a mi amigo Meca: prepara el seiscientos que nos vamos de vacaciones.

Llegó el momento, pusimos sobre la baca del pequeño vehículo una maleta y emprendimos la marcha. Era la anochecida del día 2 de junio de 1969. Muchos kilómetros quedaban por delante, pero la ilusión por llegar hasta aquella legendaria roca envuelta en tantas leyendas nos daba ánimos para aguantar encogidos en aquél pequeño habitáculo rodante.

Tras algunas paradas y varios cafés en bares de carretera, divisamos el Puerto de la Mora. La empinada, larga y estrecha subida nos hizo vislumbrar una fila interminable de diminutas luces emitidas por centenares de vehículos que serpenteaban. Nos quedamos mirándonos mi amigo y yo, se nos puso a ambos la piel de gallina al pensar que debíamos subir con nuestro trasto de cuatro desgastadas ruedas por todo aquél camino.

Lo conseguimos, nuestro viejo 600 D, se portó maravillosamente bien. Incluso nos permitimos el lujo de hacer algún que otro adelantamiento a los mastodónticos camiones.

Llegamos a Málaga y ya se percibían las claras del día, el Mediterráneo, a lo lejos, parecía darnos la bienvenida, mi amigo y yo nos apeamos de nuevo del mini vehículo con unas ganas locas de estirar las piernas y tomar algo caliente, tocaba el primer café de la mañana, esta vez acompañado de unas torrijas buenísimas elaboradas por la cocinera del bar Victoria.

Tras fumar el primer Bisonte del día reanudamos nuestro viaje, ya cansados y con las piernas entumecidas cruzamos Estepona y, sobre las nueve de la mañana pudimos ver al fin la piedra, seis kilómetros cuadrados de roca envuelta en una aureola de misterio. El león dormido, una de las Columnas de Hércules, el vetusto Peñón de Gibraltar; sobre su cima y, a modo de sombrero, una nube negra que presagiaba un molesto viento de levante. Detuvimos durante unos minutos el coche para contemplar la panorámica; delante del gigantesco pedrusco, La Línea de la Concepción, una extensa y llana ciudad formada por viviendas unifamiliares y suelo arenoso, con un precioso mar azul intenso.

Por fin llegamos al hotel, mi amigo y yo respiramos tranquilos. El viejo seiscientos se tragó los 700 kilómetros de carretera sin darnos ninguna sorpresa desagradable. Tras una ducha y ropas limpias salimos como una bala hacia el lugar más cercano al Peñón. Realizamos arduas gestiones para poder atravesar la frontera, pero no fue posible. El acceso a Gibraltar era muy restringido, la Delegación de Fronteras y Orden Público del Campo de Gibraltar tan solo concedía algunos permisos en casos muy excepcionales. O, a los españoles que disponían de empleo en la parte británica. Nos acercamos a la Aduana y al entrar quedamos sorprendidos por el multicolor de los uniformes que había en un espacio tan reducido: funcionarios de hacienda vestidos de blanco, el verde de los guardias civiles, el gris de los policías armados, el azul marino de los policías municipales, el caqui de un soldado que hacía guardia al pie de un mástil donde ondeaba la bandera española y, a tan solo unos metros, el color negro de los “bobbies” gibraltareños. Toda una variedad de colores confundían a algunos extranjeros que ignoraban muchas veces a quienes debían dirigirse para realizar alguna consulta. Y después llegamos hasta el puesto fronterizo, el lugar más avanzado hacia el Peñón que estaba permitido llegar. Nuestra ilusión por escudriñar en las entrañas de la roca se esfumó. Nos atraía la misteriosa leyenda de que el fantasma del almirante George Rooke, que falleció cinco años después de ocupar Gibraltar, merodeaba por las galerías interiores del peñasco. También, cómo no, ver a esos antipáticos simios que habitan por la roca y que roban todo lo que pueden —han tenido buenos maestros—. Asimismo, observamos que, a pesar de hacer un día caluroso la gente que regresaba de Gibraltar vestían indumentarias muy amplias y largas. Curioseando nos dijeron que casi todos escondían bajo sus ropas algún cartón de tabaco, preferentemente de la marca ‘555’, o ‘du Maurier’; cigarrillos rubios muy valorados en la parte española. Al parecer, eso no se consideraba contrabando y estaba ‘tolerado’ por las autoridades aduaneras. Aunque tampoco se podía hacer descaradamente ni de forma abusiva. Con estos pequeños extras los trabajadores españoles en Gibraltar se permitían algunos que otros caprichos, prohibidos generalmente para los que laboraban en la parte española.

Al volver sobre nuestros pasos, mi amigo y yo decidimos tomar un tentempié y nos dirigimos hacia la bodega Serrano. Escuchamos una fuerte trifulca, un Land Rover de la Policía Armada estacionado en la puerta. Indagamos a través de unos viandantes y nos enteramos que se trataba de unos militares ingleses —lógicamente libres de servicio y vistiendo de paisano— que, al segundo vaso de vino, se volvían pendencieros, perdiendo toda su flema y buena educación.

Nuestra estancia en La Línea de la Concepción fue de lo más agradable, sus gentes alegres y extrovertidas nos hicieron pasar unas jornadas maravillosas.

Llevábamos cinco días en el Campo de Gibraltar contemplando todas las mañanas al levantarnos la impresionante y enigmática piedra descansando sobre la Bahía de Algeciras. Mi amigo y yo recorrimos toda la zona, incluso un día nos acercamos hasta Ceuta acompañados siempre por una legión de delfines que nadaban graciosamente alrededor de nuestro ferry.

Ya lo teníamos todo preparado para el regreso, pero algo nos hizo alargar un día más nuestra estancia: al día siguiente, el 8 de junio de 1969 se cerraba la verja por decisión del Gobierno Español. No podíamos perdernos ese histórico acontecimiento.

La noche era húmeda y corría la desagradable brisa de levante, la alambrada se encontraba iluminada por los reflectores de las muchas cadenas de televisión que filmaron el suceso, por parte británica la BBC de Londres y muchas otras; por parte española, la única cadena que existía, TVE.

Llegó el momento álgido. Entre centenares de flases, focos, cámaras y miradas afligidas, un miembro del cuerpo de la Policía Armada, dirigiéndose con paso lento, pero firme, se acercó hasta la puerta de la verja y, ceremoniosamente, deslizó un grueso cerrojo de hierro sobre sendos pasadores sellándolo con un candado de grandes dimensiones.

Al día siguiente, mi amigo Meca y yo partimos de nuevo hacia nuestro pueblo con una sensación de tristeza. Primero por no haber podido tocar aquella arcana roca. Después por ver separados dos pueblos que, aunque en ambos ondeen banderas diferentes, están unidos por lazos indisolubles de consanguinidad. Y por último, porque ni a mi amigo Meca ni a mí nos gustan las murallas.

***


Nº 2.-  Momento histórico del cierre de la verja fronteriza por orden del Gobierno español el 8 de junio de 1969.

12/11/2013

CONDUCTORES

Se cumplen 56 años del lamentable conflicto iniciado en los territorios españoles del África Occidental Española y , para no apartarme demasiado de la versión utilizada después de tantos años, citaré la “Campaña Ifni-Sahara 57-58”, periodísticamente, o políticamente como “La última guerra de África”, y también “La última guerra de España”, “La guerra olvidada” , “Ifni, la guerra fantasma”, “Una guerra de pobres”, ”La guerra secreta”, etc.etc.


Pese a todo el conglomerado “literario”, lo evidente es que, tras superar más de medio siglo, lo que ha abundado con descaro ha sido precisamente la infinidad de versiones por parte de la prensa y “aventajados-mentirosos escritores que han pretendido acuñarse como historia unos hechos bélicos y/o otros relatos como quién edita una novela de “El Coyote”… Afortunadamente, han dejado una pequeña pero veraz crónica algunos insignes militares (muchos ya fallecidos) que, en realidad, sí pisaron aquellos territorios en época del conflicto, (muchos de ellos eran entonces tenientes). Naturalmente, sin ser periodistas antes, ni ahora políticos, somos muchos todavía los que sobrevivimos para contarlo, pero nuestra condición es de “ciudadano” a secas y únicamente mantenemos los recuerdos. ¿Y qué decir de la política? Ahí está el dilema, porque tanto nuestros gobernantes de turno entonces como los que les han precedido hasta hoy emplearon y emplean idénticos slogans novelescos. La realidad, en definitiva, además de las denominadas “bandas” tuvimos como enemigos a determinados países poderosos, los mismos de antes que a lo largo de nuestra historia auspiciaron semejantes posturas de insolencia y contienda. Y de sobra prevalecen versiones de muchos “entresijos” entre los altos mandos “negociadores” (desde 1957 a 1975).

Lamentablemente, me es imposible olvidar esta página de nuestra historia como la más reciente, pero por otra parte inevitable, si que para abordar el tema que pretendo he empleado un preámbulo a modo de espejo retrovisor para continuar con un recuerdo.

Como colaborador de este Blog, nada me ha satisfecho más que encontrar un espacio totalmente abierto de interrelación entre compañeros que, coincidiendo con el Servicio Militar, un buen número coincidimos como expedicionarios y participamos en la Campaña Ifni-Sahara antes mencionada. El resultado ha sido una participación y aportación clara y sincera de muchas vivencias. Pero, por mi parte, ya desde hace tiempo estaba barruntando la necesidad de no pecar de más olvidos. Por esta razón he decido sacar a la luz un nuevo recuerdo: a los CONDUCTORES, como expedicionarios, de todos los vehículos que nos trasportaron y acompañaron en cada una de las misiones al volante de :”jeeps”, “Dodges”, “Fords K”, aljibes, ambulancias, vehículos de Intendencia, etc., muchos de ellos como agregados, puesto que por aquel entonces la mayoría de las unidades no tenían vehículos propios, incluso la Legión y Regulares. Eran, pues, soldados de reemplazo pertenecientes a Automovilismo, o tal vez a unidades de Caballería Mecanizada. Por eso, desde aquí quiero manifestar mi más profundo respeto y honor a todos estos hombres que, en ocasiones sin conocer su nombre, compartimos y compartieron la amistad, el deber y el riesgo unidos al mayor calor humano. También sufrieron las bajas de muertos y heridos. Seguro que, licenciados afortunadamente hoy, todavía se encuentran muchos de ellos esparcidos por la geografía de España, y no es de extrañar que sientan con el rescoldo de aquel calor agrupados en Asociaciones de Veteranos. Son ciudadanos como yo y todos. No importa su anonimato, fueron compañeros. Pero sí que con uno solo, que recuerdo por su nombre aquí, mi pretensión es abrazarlos a cada uno. Vaya pues mi homenaje y gratitud a todos los Conductores en la persona del compañero JOSÉ SARRIÓN MEDINA, de Morón de la Frontera (Sevilla), felizmente regresado como yo. Fue nuestro conductor del “Dodge” en los días de servicio en la posición de Daora, al Norte de El Aaiún.

Por último, creo que sería de regocijo para este Blog, poder acoger correos precisamente de estos soldados conductores expedicionarios de Ifni-Sahara 57-58. Es posible se pueda conseguir algún contacto y noticias de estas Unidades. Muchas gracias.





José R. Manuel Sabaté

Manresa

Noviembre 2013



05/09/2013

A VUELTAS CON GIBRALTAR

(Artículo publicado también en la revista "PORTADA Vega Baja" y en el blog "Nuevo Impulso")
Panorámica del Peñón de Gibraltar desde la Bahía de Algeciras (Foto colección A. Colomina)

Dicen que los bloques de hormigón que han lanzado los gibraltareños al mar son para perjudicar a los pescadores españoles. Es posible que quieran evitar que los marineros españoles faenen en nuestras aguas —que no de ellos—, pero en el trasfondo del asunto, dando por hecho un delito contra el medio ambiente, yo veo algo más.


En primer lugar hay un detalle en lo que, al parecer, nadie ha reparado. La zona en la que han arrojado los 70 bloques de hormigón y hierro coincide con el final de la pista del aeropuerto. Yo recuerdo de mi estancia en La Línea de la Concepción, donde estuve destinado durante siete años, que por entonces los aviones comerciales para aterrizar y despegar se veían muy apurados por la poca longitud de la pista. Hoy que las aeronaves son de mayor envergadura, no es de extrañar que los pilotos se quejen de las dificultades que tienen para maniobrar en un aeropuerto tan reducido, por lo que no resulta descabellado pensar que, en un futuro, aprovechando algún problema de índole político o social en España, vean la ocasión de ampliar la terminal. (Hay que recordar que el actual aeropuerto lo construyeron los ingleses en la zona neutral aprovechando la confusión que había durante la Guerra Civil española).

También existe la posibilidad de que deseen independizarse de España en cuanto a las telecomunicaciones, extendiendo un cable submarino que vaya desde Gibraltar al Reino Unido, o a cualquier otro país que no sea el nuestro, naturalmente invadiendo aguas españolas.

De cualquier manera, tanto el Gobierno de España como toda la oposición, deben de permanecer unidos, sin fisuras, a la hora de defender los intereses españoles. Algunos, que no se distinguen precisamente por su patriotismo, han lanzado el bulo de que todo este conflicto es obra de Rajoy para tapar el caso Bárcenas, despertando en la ciudadanía un sentimiento patriótico. Eso es una vileza. El presidente no puede crear un problema internacional para ocultar algo que es del dominio público. Por otra parte, ya ha dado sus explicaciones al respecto en Las Cortes, explicaciones que nos podrán gustar más o menos, pero las ha dado. Ahora hay que dejar trabajar a la justicia que ya hablará en su momento. En cuanto a si este caso despierta o no un efecto patriótico, eso a mi juicio no es malo. Tanto que gustan en nuestro país las costumbres norteamericanas deberíamos aprender de ellos el amor que sienten por el ‘Tío Sam’, (nación y bandera).

Al parecer, el ministro Margallo quiere imponer un canon a los que transiten desde La Línea a Gibraltar y viceversa. Los trabajadores españoles, británicos o de cualquier nacionalidad quedarían exentos de pago. Creo que nuestro ministro de Exteriores ha pecado de incauto proclamando a los cuatro vientos esta medida. Ya se ha pronunciado al respecto la Comunidad Europea manifestando la ilegalidad de dicha tasa. En mi opinión, se puede hacer lo mismo de otra manera. Desde la extinguida aduana de La Línea hasta la verja de Gibraltar hay aproximadamente un kilómetro de carretera. Se puede convertir en autopista de peaje y cobrar un canon especial por su utilización. Naturalmente haciendo una acera o pasillo para peatones que podría utilizarse gratuitamente. ¿Acaso no abonamos un canon nosotros cuando entramos en una autopista?... La inmensa mayoría que visita Gibraltar con sus vehículos lo hacen para repostar gasolina —mucho más económica que en España por estar libre de impuestos—, hacer compras, evadir capitales o traficar con tabaco o artículos que luego pueden revender en nuestro país obteniendo pingües beneficios. Por ello es lógico que paguen una tasa, no por entrar o salir de Gibraltar, sino por la utilización de la autopista. Si encima esa recaudación revierte en un sector español tan castigado como es la pesca, miel sobre hojuelas.

Volviendo a la soberanía de Gibraltar, no está de más recordarles a los ingleses, gibraltareños, y a algunos españoles que se empeñan en justificar todas las tropelías que hacen en la roca, el artículo décimo del Tratado de Utrech:

"España cede la ciudad y castillos de Gibraltar, juntamente con su puerto, defensas y fortalezas que le pertenecen, sin jurisdicción alguna territorial y sin comunicación alguna abierta con el país circunvecino por parte de tierra".

Esto es, el Reino Unido carece en Gibraltar de aguas jurisdiccionales ni de territorio alguno y, si España lo cree necesario, no solo puede pasar los controles por tierra que crea conveniente, sino que, legalmente, puede impedir cualquier comunicación vía terrestre entre La Línea de la Concepción y Gibraltar, o viceversa. Si por ejercer nuestro Gobierno sus derechos creen que nos pueden intimidar los ingleses con sus barquitos, van equivocados. España ya no es aquel país aislado y desvalido de antaño, ahora pertenecemos a los mismos organismos internacionales que los británicos, con los mismos derechos y obligaciones. Amenazas ni una, por favor.



Página Web del Autor: Antonio Colomina Riquelme

29/07/2013

“Mi Bandera”, marcha cantable



Una antigua y desconocida marcha debida al compositor: D. Alejandro Fernández Sastre
Comandante director de la Música I Comandancia Móvil de la Guardia Civil.



Al jurar la Bandera de España

Se la besa con gran emoción,

Y se siente muy dentro del alma

El orgullo de ser español.

Desde entonces ya por siempre unidos

Los soldados de nuestra Nación

Marcharemos si fuese preciso

A vencer o morir con honor.



Siempre delante los más veteranos

Van derrochando nobleza y valor,

Porque son nobles, valientes y honrados,

Los bravos soldados del pueblo español.

Cuando se cumpla el leal compromiso

La Patria entera nos bendecirá

Y otros soldados con savia más joven

A nuestra Bandera su guardia darán.



Mi Bandera vencedora

Sobre la tierra enemiga.

Mi Bandera triunfadora

Sobre las aguas del mar.

Mi Bandera victoriosa

Sobre el aire al ondear

Es más linda que una rosa.

Mi Bandera Nacional.

05/07/2013

¡¡¡ Viva el Regimiento de Pontoneros ¡¡¡

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Ayer y hoy, el Arma de Ingenieros, siempre “cumpliendo la misión”.
En la imagen, el hijo de uno de los autores de “Historias de El Pardo”, junto al resto de compañeros que estos días han puesto de manifiesto en Zaragoza la alta capacidad del Regimiento de Pontoneros.

Para todos ellos, mi respeto y todo mi afecto.

26/06/2013

ENTRE CRISTIANOS Y MUSULMANES


El libro-revista de las Fiestas Oficiales de la Reconquista (Moros y Cristianos) correspondiente al año 2013 de la Ciudad de Orihuela (Alicante), ha publicado el relato del autor Antonio Colomina Riquelme, “ENTRE CRISTIANOS Y MUSULMANES”.



(Relato basado en hechos reales)


Por Antonio Colomina Riquelme
***

Acababa de entrar la primavera, en los jardines del cuartel ya brotaban las primeras flores, a lo lejos se divisaban los picos del Guadarrama con el inmaculado color de una nieve que se resiste a abandonar el invierno. Como todas las mañanas de aquél año 1961 la rutina se repetía una vez más: el rito del relevo de la guardia, el autocar que llega con los oficiales y suboficiales, el cornetín que anuncia la presencia del coronel… todo parecía encontrarse dentro de la más absoluta normalidad. Sin embargo, aquél día un acontecimiento muy importante iba a convulsionar toda la actividad cuartelera.

Sobre las cuatro de la tarde, hora en que la vida militar se relaja y toda la tropa se encuentra en las compañías echados sobre sus literas, escribiendo a la familia o cosiéndose algún botón de la camisa, se escucha el cornetín de órdenes tocando a “generala”. Este toque es poco frecuente en los cuarteles, pero cuando se oye, todo el mundo tiene que salir corriendo hacia el patio de armas con su fusil en la mano, vestido o desnudo, como se encuentre, pero siempre portando la prenda de cabeza y su armamento. Esta formación no exceptúa a nadie, incluidos jefes, oficiales, suboficiales y tropa.

Se encontraba todo el regimiento formado, una gran muchedumbre caqui sobre el patio central de armas. De pronto, por la puerta principal apareció el Coronel-Jefe, acompañado del Teniente Coronel, el Comandante Mayor y el Capitán Ayudante. El coronel, perfectamente uniformado, luciendo sobre las bocamangas de su guerrera tres estrellas de ocho puntas bordadas en oro y una decena de condecoraciones en el lado izquierdo de su pecho, asiendo un bastón bajo su brazo derecho al tiempo que entrecruzaba sus manos para ajustarse los guantes de cuero, se colocó donde todos podíamos verle y comenzó su arenga dentro de un silencio y una expectación impresionante:

— “¡Soldados, la Patria nos llama, se están produciendo en el Sahara Occidental unas incursiones por parte de tropas del país vecino que dificultan las prospecciones petrolíferas y de fosfatos en aquél territorio español, es necesario reforzar nuestra guarnición en El Aaiún con una compañía expedicionaria de nuestro regimiento. Voluntarios para esta misión, un paso al frente!”.

Naturalmente se escuchó en la explanada el estruendo de un millar de pares de botas dando un paso hacia adelante con el consiguiente taconazo.

Pasaron unos días y ya quedó configurada la compañía expedicionaria que abría que partir en misión especial hacia el territorio saharaui. El que esto les escribe fue uno de los seleccionados.

Casi sin darnos cuenta nos vimos en la estación de Atocha subiendo en un convoy militar con dirección a Valencia: Casi doscientos hombres entre oficiales, suboficiales y tropa, vistiendo uniforme reglamentario con correaje y cartucheras, portando subfusil Naranjero con su correspondiente munición, el tabardo y una manta enrollada puesta a modo de bandolera; petate con ropa, cantimploras, marmitas… Una treintena de vehículos Jeep Land Rever pintados del color de la arena del desierto dotados de emisoras de campaña MK II. Llegamos al puerto levantino y allí aguardaba el Ciudad de Toledo, un buen barco preparado para carga y pasaje, unos años antes había servido como ‘buque exposición’ habiendo navegado por infinidad de países. Todos a bordo con el material de campaña relatado anteriormente nos dirigimos hacia Las Palmas de Gran Canaria. Tres días de navegación para entrar en el Puerto de la Luz de la capital insular. Tras comer en un acuartelamiento que se encontraba en lo más alto de la ciudad y cuyo trayecto tuvimos que realizar a pie, regresamos al puerto de nuevo, igualmente caminando y portando el pesado equipaje.

Al anochecer de aquél día nos embarcaron de nuevo, esta vez en un cascarón de barco que capitaneaba un desaliñado individuo. Desde Las Palmas de Gran Canaria hasta la playa de El Aaiún, toda una noche en una mar revuelta que balanceaba aquél barcucho como si de una pluma se tratara, al llegar nos desembarcaron en unas barcazas anfibias útiles para mar y tierra que nos transportaron hasta la playa, ya que no existía puerto alguno. Allí, unas camionetas descubiertas nos condujeron hasta la capital del Sahara, no sin antes llevarnos el susto que sirvió de antídoto para lo que había de venir. Desde las camionetas escuchamos una ráfaga de ametralladora no muy lejos de nuestros vehículos. Agachamos nuestras cabezas atemorizados. Nadie sabía lo que ocurría, nadie daba información, tuvimos la sensación de ser unos corderos que iban al matadero. Un cabo primero todo nervioso extrajo de su bolsillo un rosario y con la cabeza inclinada comenzó a rezar en voz alta, algunos nos sumamos a la oración. Afortunadamente solo fue eso, un susto, al parecer esos tiros provenían del arma de un legionario que pudo haber sufrido alguna confusión estando de centinela.

Ya nos encontrábamos en “la morería” sanos y salvos, aunque maltrechos por tan penoso viaje. El Aaiún, con sus casitas blancas de adobe y su cúpula en forma de medio huevo. La ciudad estaba compuesta por una calle donde se encontraba el casino militar y al fondo la única iglesia. Nos alojaron en unos barracones de madera a la espera de recibir instrucciones para realizar la misión que nos llevó hasta aquellas inhóspitas tierras. Tuvimos dos días de asueto para reponernos, aunque con la comida que nos servían era casi imposible restablecerse: guiso de patatas con carne de camello, o guiso de judías pintas con carne de camello, era el menú más habitual. El camello, o mejor dicho, el dromedario, se encontraba siempre presente en la vida saharaui, ese animal servía para todo: como medio de transporte, para fabricar jaimas con su pelo, y también para comer su carne, aunque para nosotros era intragable.

En lo que a mí respecta enseguida recibí una carpeta de manos de mi capitán conteniendo las instrucciones de mi trabajo. Me puso como ayudante a un cabo especialista en radio y un conductor perteneciente al Cuerpo de Automovilismo del Ejército. El Jeep Land Rover nº 24 con su emisora de campaña MK II, asimismo me hizo entrega de un vale para retirar de intendencia rancho en frío: algunas latas de conservas, arroz, harina, leche condensada y poco más, para un tiempo no superior a 10 días. A la mañana siguiente debía incorporarme con todo mi equipo a una patrulla mixta, compuesta por Tropas Nómadas —nativos adscritos al ejército español— y miembros de la Policía Territorial, todos bajo las órdenes del teniente Vidal del arma de Infantería.

La salida de El Aaiún hacia el interior del desierto fue muy temprano, sobre las siete, a esas horas ya estaba el sol muy alto, el calor anunciaba ya el tórrido día que nos esperaba. Nos dirigimos hacia Smara, ciudad que los nativos consideraban santa, no sin antes realizar algunas paradas para las oraciones de los musulmanes adscritos a la patrulla. Me llamaba la atención la disciplina que ponían y la fe que derrochaban cinco veces al día en sus rezos, estos moros al servicio del ejército español podían estar el tiempo que fuera sin comer o beber, pero a la hora de sus plegarias, siempre de rodillas y encorvados con la cabeza orientada en dirección a La Meca, eso era absolutamente primordial para ellos.

En Smara tuve ocasión de asistir, junto a un compañero que llevaba tres años destinado allí, a una boda de nativos, se celebraba en una jaima y ya habían pactado la dote que debía pagar el novio: 1 camello, 4 cabras, una pieza de tela y una pulsera. Tras el rito correspondiente, nos sentamos todos en el suelo de la jaima, como aperitivo nos pusieron unos dátiles, después un couscus con carne de cabra o cordero —no supe distinguirlo—, luego una ronda de tres vasitos de té con azúcar de pilón y algunos dulces artesanales hechos con harina y miel. Tras dar las gracias felicitamos al novio, y mi amigo y yo nos dirigimos hasta el acuartelamiento, pues se hacía la hora de arriar bandera por parte de una Unidad de La Legión y en ese acto debíamos estar toda la guarnición presentes. Ellos continuaron con su celebración cantando, bailando y tomando té, mucho té.

Partimos toda la patrulla desde Smara con dirección a Guelta Zemmour, el destacamento más oriental, casi fronterizo con Mauritania, hicimos noche en medio del desierto. Sobre las 23 horas, comenzó un fuerte siroco, las dunas de arena se movían de un lado hacia otro como si de un papel se tratara, tuvimos que refugiarnos en el interior de los vehículos herméticamente cerrados mientras la arena nos golpeaba peligrosamente. A las cinco de la madrugada amainó el viento y la mayoría de los vehículos quedaron medio sepultados por la arena. El problema surgió al no poderse abrir las puertas que quedaron bloqueadas; al final, unos saharauis de la patrulla que quedaron fuera de los coches a sabiendas de lo que podía suceder, pudieron rescatarnos con palas a todos los demás.

En Guelta Zemmour recibimos un radiograma del Mando dando la orden de ir a dar escolta y seguridad a los ingenieros que trabajaban en los yacimientos de fosfatos de Bu Craa. Ya no nos quedaba agua y antes tuvimos que buscar un oasis para llenar nuestros recipientes (pieles de cabra curtidas). Llegamos hasta un lugar donde había un pequeño pozo y pudimos extraer algunos cubos de agua turbia, eso sí, muy fresca y agradable de tomar. Rellenamos nuestros guirbis (así le llamaban los moros a aquellos receptáculos) y emprendimos de nuevo la marcha. Durante el trayecto sufrimos un percance, vimos a uno de los nativos que sangraba abundantemente por las dos piernas. Dio el teniente el alto y atendimos de inmediato con nuestro botiquín a aquél hombre. Después nos enteramos que se había autolesionado con una hoja de afeitar ambas piernas produciéndose hondas incisiones que, de no haberse actuado a tiempo se podía haber desangrado en pocos minutos. Según nos dijo él mismo, era un remedio para aliviarse el dolor que sufría en las extremidades inferiores.

Al fin, divisamos en medio de la arena dos vagones plateados que brillaban como si de plata fueran. Eran los habitáculos donde vivían los técnicos norteamericanos de los yacimientos de Bu Craa. Nuestra patrulla tuvo que prestar servicio de seguridad durante unos días. En el interior de aquellos furgones había de todo: refrigeración, duchas, camas, alimentos, bebidas frescas, y una limpieza extraordinaria; pero allí no podíamos pisar. Solo tenían la atención de invitar en su interior al jefe de la patrulla. Cada mes, un avión bimotor aterrizaba sobre campo de tierra cerca del campamento y transportaba a los ingenieros hasta Las Palmas de Gran Canaria con unos días de asueto. Este personal era muy valorado en su trabajo y gozaban de toda clase de privilegios.

Tras unos días de guardia en el exterior de aquellos vagones, regresamos de nuevo a El Aaiún.

Tuvimos unos días de descanso y la oportunidad de tomar una ducha con una regadera y un poco de agua, la justa para enjabonarnos y aclararnos. Enseguida partimos de nuevo de patrulla, esta vez agregados como radiotelegrafistas a tropas de La Legión. Nos dirigimos en dirección a Hausa y Mahbes, este último destacamento español era el más cercano a la frontera con Argelia. Aquí tuvimos un jefe de patrulla aficionado a la caza, no nos faltó carne. Se situaba en algún lugar estratégico con el mosquetón máuser y, en cuanto se ponía una gacela o antílope a tiro, lo abatía sin fallar. No obstante, nos llevamos un gran susto una de aquellas noches que tuvimos que acampar en pleno desierto. Me encontraba pasando por radio, como siempre en código Morse, la rueda de las cuatro de la madrugada, había una gran interferencia (QRM 5), entre ruidos y con mucha dificultad escuché a la emisora central del alto Mando que me llamaba con un mensaje oficial urgentísimo (QTC SDD). Le respondí que estaba preparado para recibirle, (QRV). Me transmitió el mensaje cifrado y le di el acuse de recibo (QSL). De inmediato me fui a despertar al teniente y vino conmigo hasta el Land Rover para descifrar el contenido del texto que venía en código murciélago. (Nomenclatura utilizada para este tipo de cifrado). Venía a decir: “¡Salgan inmediatamente de esa posición Stop corren grave peligro de atentado Stop diríjanse sin pérdida de tiempo hacia el punto ordenado Stop!”

Naturalmente, en menos de cinco minutos nos pusimos todos en marcha con el armamento cargado y en posición de prevengan.

En Mahbes era habitual escuchar, sobre todo en las noches, algunos tiros al aire provenientes de la parte argelina, seguramente para que fueran escuchados por las tropas españolas destacadas, con el único objetivo de intimidar.

Después vendrían otros servicios por el interior del desierto, siempre acompañando a Tropas Nómadas, Tropas de la Policía Territorial y Fuerzas de La Legión. Lo más lastimoso que pude presenciar fue la matanza de un dromedario para consumo de su carne. No se me olvidará nunca los ojos de aquél pobre animal que miraba a sabiendas —creo yo— de que lo iban a sacrificar. Parecía llorar, sin ofrecer ninguna resistencia… El dromedario es un animal pacífico y servicial, no es capaz de hacer ningún daño y es austero en su alimentación. Ese día no pude comer.

El 13 de junio, me encontraba muy lejos de El Aaiún, en el destacamento de Hagunía, sobre las cinco de la tarde, pasando la rueda reglamentaria con mi emisora me anunció la central un radiograma, (QTC 1). Le di paso para recibirlo (QRV). El texto decía: “Muchas felicidades Stop un beso Stop Mari Carmen”. No recordaba que era el día de mi santo. Mi novia me había puesto un telegrama desde Orihuela hasta el Aaiún y desde allí lo retransmitieron los compañeros hasta mi emisora. Mi sorpresa y alegría fue inmensa, creo que fue lo mejor de mi estancia en el desierto.

El 4 de julio me hallaba en el interior del Sahara, en el paraje conocido como Tisbora, de pronto vi aparecer un avión Junquer que aterrizó muy cerca, un compañero salió del aparato en mi busca, me dijo que tenía orden de relevarme y yo debía regresar en el mismo avión hasta El Aaiún porque la compañía expedicionaria a la que yo pertenecía regresaba al acuartelamiento de Madrid urgentemente. Mi alegría fue indescriptible, por fin saldría de aquél infierno de altas temperaturas que siempre rondaban los 55º a la sombra. A toda prisa, pues el piloto apremiaba, redacté un recibo sobre el capó del vehículo en uno de los impresos de los radiogramas, y se lo hice firmar al cabo radiotelegrafista que me relevó. Subí a bordo del aparato y en media hora tomaba tierra en el aeropuerto de la capital saharaui.

A la mañana siguiente, con un sentimiento de tristeza por el fallecimiento de un compañero —no por acción bélica, ni por atentado, sino por un desgraciado accidente del vehículo que conducía, éste derrapó por un terraplén con resultado de muerte—, nos dirigimos en camionetas hasta la playa de El Aaiún; allí, en lanchas, nos llevaron hasta el buque Virgen de África, para subir a bordo tuvimos que realizarlo trepando por unas escaleras de cuerda que nos arrojaron desde el barco. Nos condujeron directamente hasta el puerto de Cádiz donde nos esperaba un tren, exclusivamente para nosotros, que nos trasladaría hasta Madrid.

Mi experiencia entre cristianos y musulmanes fue muy gratificante a nivel personal, aunque penosa por las condiciones en las que tuve que desempeñar mi cometido. De todas maneras, recuerdo con cariño mi estancia allí, y siempre echaré de menos aquellas impresionantes puestas de sol, y las noches en medio del desierto, sentados en el suelo junto a los nativos alrededor de una hoguera, tomando vasos de té con azúcar de pilón en ronda de tres en tres. Pero sobre todo, la solidaridad que había entre nosotros en los momentos difíciles o de peligro.

***
(Fotos: Colección de A. Colomina)

 Improvisado recibo redactado en un impreso de telegrama.


El autor de este relato (a la derecha), junto a dos compañeros en una foto de broma para remitir a las novias de ambos.
Unos nativos con su dromedario por las afueras de El Aaiún.
 Única iglesia cristiana que existía en El Aaiún en 1960.


Buque “Ciudad de Toledo” que transportó a la Compañía Expedicionaria desde Valencia hasta Las Palmas de Gran Canaria.
(Fotos: Colección de A. Marrero)
Capitán D. Bernardo Vidal
Base de los "petrolitos"
Base de los "petrolitos"

23/06/2013

REGRESO AL CUARTEL… CINCUENTA Y CINCO AÑOS DESPUÉS


Acompañado por mi mujer nos acercamos a la entrada de mi antiguo cuartel cincuenta y cinco años después de haber salido de él licenciado el 29 de junio de 1958. Hoy, 21 de junio de 2013, el acuartelamiento Zarco del Valle, de El Pardo, celebra su primera jornada de puertas abiertas y esperan que no sea la única, ojalá. Su intención es acercar las actividades militares a la sociedad civil, mostrarles su trabajo, compartir sus experiencias.

Han elegido bien el día, luce el sol, aunque celado a ratos por nubes pasajeras, el aire es puro y la temperatura primaveral. Han dispuesto una considerable cantidad de personal para atender a los visitantes con una amabilidad tan exquisita que merecía mayor concurrencia. Nos ofrecen un bocadillo y un refresco. Mientras nuestro pequeño grupo espera a iniciar la visita guiada, un veterano de mi edad nos cuenta, para mi sorpresa, que entró en ese cuartel en 1950 con 14 años cumplidos. No sabía yo que entonces se admitieran chicos tan jóvenes como voluntarios, todavía me cuesta creerlo.

No logro identificar el lugar hasta que me doy cuenta de que no estamos en el antiguo Regimiento de Transmisiones sino en lo que conocí como Parque Central de Transmisiones.

Comienza la visita en el almacén informatizado de materiales. Nos informan que despachan mensualmente unas 700 órdenes de piezas y repuestos a todas las unidades del Ejército de Tierra con equipos de transmisiones en España o fuera de ella. Tras asistir a una demostración de limpieza y recubrimiento de metales en los tanques del pequeño laboratorio químico, visitamos las amplias naves de los talleres, con luz solar, donde se trabaja en lo que pudiera llamarse matricería electrónica con rayos láser, montaje de equipos, reparación de motores, generadores de campaña y, lo que me resulta más interesante, la instalación de equipos de telecomunicaciones en un potente vehículo de transporte para acompañar convoyes.

No puedo evitar sonreír cuando el atento subteniente nos explica las características de estos vehículos. Se reciben totalmente blindados y se añaden y acoplan en el Parque los variados equipos de comunicaciones: radiotelefonía, interfonía (para las comunicaciones entre los miembros del vehículo) y enlaces por satélite. El vehículo también trae dos asientos, anclados, para el personal auxiliar. Cuando termina las explicaciones le cuento la razón de mi sonrisa al evocar los Dodge con cubiertas y puertas de lona y plástico que utilizaba la Compañía Expedicionaria de Radio en el Sahara en 1957-58: estaciones MK-II precariamente montadas sobre los asientos traseros y antenas de varillas enroscables. Con los tumbos de la marcha por las pistas del desierto teníamos que sujetar los equipos con los pies y tratar de reenroscar las varillas de las antenas antes de que saltaran y se perdieran. Me devuelve la sonrisa el subteniente y dice que eran otros tiempos… Claro, cincuenta y cinco años: toda una vida.

Pasamos al modesto museo que mantiene el Parque: destaca un antiquísimo pianillo de telegrafía movido por pesas (nunca había visto algo igual), una máquina alemana de la II Guerra Mundial para mensajes cifrados y poco más que variados equipos de telefonía. El veterano saluda y es correspondido por todos los que nos encontramos. Debe residir en El Pardo. Continúo pensando en lo de sus 14 años.

Nos piden que nos apresuremos porque acaba de empezar la exhibición de perros amaestrados de la Guardia Civil. Los perros muestran sus habilidades y disciplina, no sorprende porque ya lo hemos visto frecuentemente en la televisión.

Va a comenzar el concierto de música militar en el patio de armas. La audiencia es notable bajo las carpas preparadas para invitados. Como estoy irremediablemente sordo, prefiero deambular por los lugares que realmente quería visitar: las instalaciones del Regimiento. Vuelvo a admirar los bellos edificios neoclásicos con cenefas neomudéjares de ladrillo rojo y enfoscado blanco que cumplirán cien años en esta década, pero me sorprendo de no sentir ninguna emoción al recorrer sus calles perfectamente alineadas y me doy cuenta de que mis emociones, mis sentimientos de compañerismo, de ayuda mutua, de confidencias, de amistad, de sacrificio, de ilusiones, que suelen asociarse a la vida de milicia corresponden a los ocho meses que compartí con mis compañeros en el Sahara.

Descubro el edificio de la que fue mi compañía: la 1ª de Radio. Dos carteles en la puerta dicen CECOM y ALOJAMIENTO Y VESTUARIO MASCULINO. Me hubiera gustado recorrer las plantas de dormitorios pero no encuentro a nadie que me autorice. En el cuerpo de guardia me dicen que todo está transformado, que no lo reconocería porque se han parcelado en habitáculos más pequeños. Me acerco a la pequeña cantina que recordaba. Continúa en el mismo lugar pero ahora es enorme y bien surtida, tiene aseos y hasta duchas. No parece haber mucha actividad, probablemente porque hoy es un día especial. Encuentro algún grupo de soldados (chicas y chicos) practicando la instrucción como hacíamos nosotros. Pienso que tendrán las mismas ilusiones que teníamos. Nos diferencia el equipamiento. Estupendos uniformes de campaña de diferentes tonalidades, magníficas y variadas botas, boinas de colores, armas modernas, cartelas que les identifican por apellido, rango y unidad militar. ¡Qué diferencia con los monos caquis, las alpargatas blancas y los mosquetones de hace 55 años! Me parece observar un trato respetuoso, pero mucho más distendido que en mis tiempos, y que el porcentaje de chicas supera al 14% que acabo de leer que componen el ejército actual.

Una grata sorpresa: el botiquín está en el mismo sitio que conocí; también el comedor de tropa y el de mandos. Aquí parece que se hubiera detenido el tiempo. Pero no, porque al lado del botiquín, en lo que creo recordar que era la compañía de Parques y Talleres, veo un letrero que dice ALOJAMIENTO Y VESTUARIO FEMENINO. Me parece el mejor símbolo del cambio.

Termina el concierto y nos ofrecen el desfile de una compañía en filas de a nueve. Continúan ordenándose por estatura, así que hay abundancia de chicas en las últimas filas. Recuerdo lo difícil que era desfilar de a nueve y lo mal que se me daba la instrucción.

A la salida nos obsequian con una bolsita que contiene pequeños recuerdos. Camino del autobús descubro que el acuartelamiento ya no se llama Regimiento de Transmisiones sino UNIDADES DE TRANSMISIONES. Releo el folletito que nos han dado a la entrada y veo que ahora lo componen cinco unidades de transmisiones: el Parque y Centro de Mantenimiento de Material de Transmisiones (PCMMT); la Unidad de Transmisiones del Mando de Artillería Antiaérea (UTMAA), que me parece que es heredera del antiguo Regimiento de Transmisiones; la Unidad de Guerra Electrónica (REW 31); el Parque y Centro de Mantenimiento de Sistemas Hardware y Software (PCMSHS) y la USAC Zarco del Valle, que es la unidad de Servicios de Acuartelamiento. Todas ellas bajo un único mando.

En el autobús, de vuelta a Madrid, coincidimos ambos que habíamos pasado una agradable mañana. Desde aquí, agradezco las atenciones y les deseo suerte en futuros empeños.

Texto y Fotos: Francisco Acebes

Junio de 2013
 

Entrada al Botiquín
Museo
Interior de un vehículo de comumicaciones
Instalando equipos en un vehículo blindado
Monumento a los Caídos
Concierto de la Banda en el patio de Armas
Detalle del patio de Armas
Edificio de la antigua 1ª Compañía de Radio

Apacible rincón cerca del comedor de tropa.

16/06/2013

Jornada de Puertas Abiertas

El próximo viernes 21 de Junio, se celebrará en el Acuartelamiento Zarco del Valle una jornada de puertas abiertas, en la que se podrán visitar las instalaciones entre las 9, 30 y las 13,30 horas.


Más información aquí:
http://www.elpardo.net/2013/06/14/jornadas-puertas-abiertas-acuartelamiento-zarco-del-valle-el-pardo/




18/05/2013

GUARDIAS DEL REGIMIENTO DE S.E. EL JEFE DEL ESTADO (AÑO 1960)

He leído en algunos comentarios de este blog la situación profesional y administrativa de los miembros del Regimiento de la Guardia de Franco. Por si sirve de aclaración para algún lector que pueda interesarle le explico cómo era en la época que yo estuve en El Pardo. Más o menos estaba enterado porque tenía algunos amigos dentro de aquél regimiento.

Los aspirantes al ingreso tenían que pasar unas pruebas parecidas a las de ingreso para la Guardia Civil o la Policía Armada. Eran muy estrictos en los antecedentes penales y políticos. Una vez aprobado realizaban un cursillo de formación en el cual se dedicaban varias horas al día a la instrucción en orden cerrado y a la gimnasia. Si superaban el cursillo (generalmente todos lo aprobaban), pasaban a ser nombrados Guardia del Regimiento de su Excelencia el Jefe del Estado. Su misión era realizar servicio exterior del Palacio de El Pardo, (garita, plantón, centinela, etc.); la frecuencia y el horario era lo que antes se denominaba 24X24. Es decir, 24 horas de servicio por 24 libres. El relevo se realizaba en las primeras horas de la mañana y era parecido al que se hacía en cualquier otro cuartel del ejército.

Tenían derecho a un mes de permiso al año, si en Navidad lo permitía el servicio podían disfrutar de algunos días, pero eso era graciable.

A los 12 años de servicio activo, si la hoja de servicios del guardia estaba limpia —sin arrestos disciplinarios— y el comportamiento, a juicio de sus superiores era bueno, le concedían la “Consideración de Suboficial” (lucían un galón de sargento en forma de V invertida en la manga derecha de la guerrera o capote). Esto no era un ascenso, seguían siendo guardias rasos, tenían que saludar obligatoriamente desde suboficial para arriba a todos los miembros de las Fuerzas Armadas. Algunas veces surgían controversias porque estos profesionales, generalmente ya mayores y muy curtidos en servicios, eran reacios a saludar por obligación a los sargentos jóvenes especialistas que, algunos no llegaban a los 21 años. De todas maneras, siempre se solucionaba el pequeño conflicto con una llamada de atención del superior al inferior, y éste, argumentado que “no se había dado cuenta”.

El guardia del Regimiento de S.E. el Jefe del Estado que disfrutaba de la “Consideración de Suboficial”, tan solo le servía dicha consideración para viajar en tren en 2ª clase —al igual que los suboficiales de las FF.AA.—, y si era hospitalizado en un hospital militar, para estar en la sala de los suboficiales. En todo lo demás eran como un soldado profesional. No tenían derecho a saludo por parte de nadie.

Naturalmente, también existía la oportunidad de poder ascender a cabo, cabo 1º, sargento, etcétera. Pero las plazas eran siempre muy limitadas.

La paga que percibían en los años 60 del siglo pasado, un miembro de la guardia recién ingresado, andaba alrededor de las 2.700 pesetas mensuales, los veteranos con familia a su cargo y varios trienios podían sumar unas 1.200 pesetas más (aproximadamente).

Dentro del regimiento, había una Compañía que prestaba servicio en el interior del palacio, estos se distinguían de los otros en que, en lugar de gorra de plato usaban una boina con borla, se les denominaba “Guardia de Interior” o “Guardia Personal”. Para entendernos, digamos que eran los de confianza, ya que prestaban el servicio en los pasillos y estancias por donde andaban el Jefe del Estado y su familia.

Luego pasaba como en cualquier otro regimiento del ejército, existían oficinistas, radiotelegrafistas y otros destinos.

Antonio Colomina Riquelme

13/03/2013

Metopa del Regimiento

Esta metopa nos la envía Guillermo Pirla de Huesca que nos dice lo siguiente:


“Hola, Blog buenisimo, grandes recuerdos, yo estuve de camarero en el bar de oficiales, reemplazo 5º del 82, casi nada lo que ha pasado, entonces llevaba el bar y la cantina el teniente JOSE AIMEIJEIRAS TEIJEIRO muy buena persona. Me acuerdo del Capitán PESQUERO de el Pardo, espectacular persona, bueno, me pongo a decir nombres y no acabo, envío una foto por si puede interesar, si os gusta más adelante enviaré alguna más.

23/02/2013

Hace 32 años…

Suele ser habitual no percibir el paso del tiempo hasta que nos detenemos a recordar un acontecimiento concreto o una experiencia vivida. Es en este momento cuando nos paramos a calcular la diferencia temporal entre el presente y ese acontecimiento que nos llega a la memoria. Sólo entonces exclamamos la conocida expresión “el tiempo vuela”.

Así, recordando tal día como hoy, 23 de febrero, pero de hace treinta y dos años, esa expresión vuelve a aparecer en el horizonte. Para muchos serán pocos años, sobre todo para los más veteranos de este espacio. Para otros será una franja de tiempo que no llegan a alcanzar porque todavía no habían nacido.

No es mi intención traer a colación los acontecimientos acaecidos en aquella fecha. De sobra son conocidos para los sectores poblacionales anteriormente citados. Pero ya sea porque aquella experiencia se viviera “en directo” o se tenga noticia de ella a través de los libros de historia, debería ser motivo para hacernos reflexionar sobre el clima de crisis. incertidumbre y desasosiego en todos los órdenes que en la actualidad estamos viviendo.

Aquellos años eran el inicio de un camino en el que se abrían las puertas para la esperanza y la ilusión. Hacía muy pocos años que había sido promulgada la Norma Vértice que, con su “espíritu de consenso”, superó paulatinamente no pocas de las dificultades que por entonces atenazaban la conciencia de los españoles.

Hoy, treinta y dos años después, aquel mítico y casi legendario “espíritu” parece tambalearse peligrosamente a merced de las veleidades de la clase política que no acaba de afrontar en su justa medida la tarea de superar el enrarecido ambiente que flota en no pocas de las actividades cotidianas de la ciudadanía.

Todos coincidiremos en que tanto las crisis económicas como las sociales tienen un “iter” y que no son indefinidas. Pero si por cualesquiera motivos seguimos empecinados en no vislumbrar el camino de la recuperación y del crecimiento, aquellos históricos años que vieron nacer nuestra joven democracia no habrán servido para nada.

Con independencia de ideologías o afinidades políticas, todas perfectamente respetables, es el momento de establecer un objetivo común, dejando atrás la oratoria del “y tú más” para caminar todos juntos por la senda del crecimiento.

Desde este espacio, así lo deseamos.

Saludos desde Tudela.

06/02/2013

Locutores de trinchera

Los locutores de trinchera eran unos soldados pertenecientes a las Compañias de Propaganda y Radiodifusión que tenía el Regimiento de Transmisiones durante la guerra civil 1936-39

Para tal fin la Sección 1ª del Cuartel General del Generalísimo ordenó al Regimiento de Transmisiones (16-Abril-37): “... la inmediata creación de una compañía con personal especializado para atender la propaganda en los frentes, a cuyo fin recibirá instrucciones de empleo del Delegado del Estado para Prensa y Propaganda.”
La prolongación de la guerra y la enorme masa de combatientes susceptibles de
recibir la propaganda, justificó la creación de hasta cuatro Compañías de Propaganda
y Radio, integradas todas ellas en el Regimiento de Transmisiones:
– 1ª Cía. Ejército del Centro. San José de Valderas (Madrid)
– 2ª Cía. Ejército del Sur. Sevilla.
– 3ª Cía. Ejército de Levante. Castellón.
– 4ª Cía. Ejército de Cataluña. Lérida.
La Plana Mayor del mismo se situó en Carrión de los Condes(Palencia), pasando a depender orgánica y administrativamente del Regimiento de Transmisiones.
***
La escasez de equipos de propaganda exigía unidades móviles que pudieran desplazarse por todos los frentes, para no dejar sin cubrir ni un sólo recoveco de las trincheras enemigas. Allí donde pudiera haber un hombre –aunque solitario–, un centinela o un escucha, había un posible desertor.
El material móvil del que disponían consistía en camiones furgón en cuyo interior se instalaba un equipo de megafonía con amplificadores, tocadiscos y altavoces. Difundían proclamas de propaganda e incitaciones de rendición al enemigo y hacían conexiones con las emisoras de radiodifusión para emitir música y noticias. Como estos servicios se hacían en primera línea de los frentes de combate, el oficio de estos locutores fue muy arriesgado, se calcula que tuvieron un 40% de bajas en toda la guerra.
***
Tras el 1 de abril de 1939, las cuatro Cías. de Propaganda y Radiodifusión, se fundieron en una sola, con sede en el Regimiento de Transmisiones de El Pardo (Madrid), pero incorporándose inmediatamente al Ejército de Operaciones que acudió a Asturias y León a combatir a los restos del Ejército Popular, que no aceptaban el final de la guerra. La última actividad "en los frentes" de los "hombres de la Propaganda",concluyó en noviembre de 1940, cuando llegó la orden de retirarse definitivamente a El Pardo.
***
En las fotos adjuntas se ve un camión de megafonía de campaña, un puesto de locutores de trinchera, un furgón del Regimiento de Transmisiones y una resolución del jefe del Estado concediendo el empleo de alféreces honoríficos de Ingenieros a 7 locutores de trinchera.

Fuentes: Memorial del Arma de Ingenieros nº 70





Conferencia sobre las Compañías de Propaganda

Por JOSÉ MANUEL GRANDELA DURÁN

https://docs.google.com/file/d/0B8d4Yqx_2B5IcG1nX3ZsaGJocEU/edit?usp=sharing