
Por detrás de un impreso que tenía en el bolsillo conseguí las firmas de algunos de los compañeros que se licenciaban conmigo, a medida que me iba despidiendo de ellos, incluso, la firma del capellán-comandante D. Cándido.
Lo guardo como si fuera un pequeño tesoro del recuerdo.
Un pequeño gran tesoro, amigo Julio. Lo es. Uno más a añadir a la larga lista que ya debes tener desde entonces. ¿Qué mejor que volver a recordar aquellas palabras del poeta bilbilitano Marco Valerio Marcial, paisano mio, reflejadas al fondo de este blog?
ResponderEliminarEnhorabuena por atesorar tan gratos recuerdos de tu juventud.