Historias de El Pardo

Un lugar para el recuerdo de los Veteranos del Regimiento de Transmisiones



20/11/2008

ALGO MÁS SOBRE EL SAHARA

La Compañía expedicionaria de radiotelegrafistas que se desplazó al Sahara en abril de 1961, se encontró —nos encontramos—con un desierto, tan inhóspito—valga la redundancia—que apenas podías encontrar un lugar con sombra. Para los jóvenes que conocieron el Aaiún muchos años después, les causará cierta perplejidad lo que les voy a relatar.


La capital del Sahara tenía como aeropuerto, un descampado de tierra donde aterrizaban y despegaban los pocos aviones que hacían la ruta desde canarias, todos eran de la Fuerza Aérea, creo que comerciales ninguno (no puedo asegurar éste extremo).


No existía puerto, había que desembarcar o embarcar en una playa medio salvaje, utilizando unas barcazas anfibias que te llevaban hasta el barco, fondeado varios kilómetros, o millas—como dicen los marinos—adentro.


La ¿ciudad?, consistía en una calle ancha con casitas a los lados de esas que tienen en su techo una bóveda—medio huevo le llamaban—, en esa calle estaba el casino militar—sólo para oficiales y familia— y, al final, la iglesia, era el edificio más grande e importante de El Aaiún.


Disponía para la tropa, como única diversión de un cine cochambroso que era un tubo sin respiración, se llenaba de soldados de todas las unidades, incluidos los saharauis de las Tropas Nómadas y Policía Territorial. Al ser el agua tan escasa en aquel lugar la gente se lavaba poco y las ropas menos, así que en el cine había tal pestilencia que era imposible poder estar allí.


Para comer nos llevaban a un acuartelamiento de La Legión. Recuerdo que siempre ponían lo mismo: un revoltijo de habichuelas con arroz y carne de camello. Creo haberlo contado ya en otro escrito, la carne estaba llena de nervios y arterias, era imposible masticarla… Siempre repetíamos con sorna los compañeros el slogan que figuraba en Madrid en los carteles anunciando el alistamiento: “¡¡Españoles, La Legión os espera, comida sana y abundante, ascenso hasta comandante…!!”


En otro orden de cosas os diré que, ver a una mujer blanca por aquellos parajes era de todo punto imposible. Si la diosa fortuna te obsequiaba con la visualización de alguna muchacha peninsular, la mirabas con el rabillo del ojo y con mucho disimulo, porque, seguro se trataba de la esposa o la hija de algún jefazo. Dirigirte a ella o mirarla descaradamente podía costarte un serio disgusto.


En este estado de cosas, lo mejor que podías hacer cuando te encontrabas en el Aaiún libre de servicio y esperando ser agregado a alguna patrulla por el desierto, era permanecer todo el día bajo techo en la Compañía, siempre en tu litera; así se pasaban las horas, charlando con los compañeros y escuchando un pequeño transistor que poseía un cabo 1º valenciano que llevaba allí mucho tiempo y lo pasaba con eso y su afición a la fotografía. Por si todavía vive—Dios lo quiera—, le mando desde esta página un cariñoso saludo. Recuerdo sólo su apellido, se llamaba Negre y era muy buen compañero. Él fue el que me hizo, al descuido, la foto en la que estoy en la litera recostado encendiendo un cigarrillo.


Espero que este relato y las fotos hayan sido de vuestro agrado.
Un afectuoso saludo.


Antonio (Alicante)

Antonio (Alicante) en una instantánea de la cámara de su compañero Negre. El Aaiún 1961



Como la juventud y el sentido del humor era lo único que nos quedaba, con unas sábanas nos hicimos esta foto para mandársela a nuestras familias: De izquierda a derecha cabo 1º Manolo ("Usera"), cabo 1º Corrales, (era de Belén de Trujillo) y cabo 1º Antonio (Alicante)

Vista general de El Aaiún en 1961.


Vista de la única iglesia que existía en el Aaiún en 1961. Era el edificio más importante de la capital del Sahara.

1 comentario:

  1. Hola tocayo, gracias por traer tus recuerdos de tu mili sahariana. Es una sorpresa saber de tus aventuras en aquellos lejanos territorios.
    Es también un recordatorio de lo mucho que ha cambiado la mili y las condiciones de vida del soldado. Yo que la hice bastantes años después, en el 77-78 y en Cádiz, me encontré viviendo en un barracón de techo de uralita de aspecto penoso. Pero por lo menos, salías de allí y te encontrabas la civilización, en Sahara por esa época, ni eso. Otro lugar, costumbres muy diferentes y hasta un clima no precisamente suave.
    Supongo que por ser de transmisiones, estarías de un lado para otro, a ver si te animas y cuentas algunas cosas, que seguro, serán de lo mas interesante.

    Saludos cordiales y gracias otra vez, Antonio Marrero

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