Las guardias en este lugar eran diferentes de las del resto de garitas que había en nuestro Regimiento. Duraban tres horas cada turno, en vez de dos como en las demás. Durante el día se solían hacer sin armas de fuego, sólo con el machete-bayoneta colgado de su tahalí, aunque este detalle dependía siempre del oficial de guardia que entrase. Además de la garita, equipada con teléfono de manivela, había en la Puerta de Carros una barrera metálica horizontal, de tubo, pintada a intervalos de rojo y blanco, que tenía en uno de sus extremos un pesado contrapeso para poder subirla y dejar paso a los vehículos, operación que se realizaba a mano, para lo cual había que ejercer bastante fuerza. En un lateral y sobre un tubo metálico vertical se disponía de una señal de tráfico manual en cuyo disco por una cara era el “stop”de color rojo y por la otra el “pase” de color verde.
El centinela disponía también de una tablilla con un impreso dividido en casillas, en donde había que apuntar la matrícula de cada coche que entraba o salía del acuartelamiento, así como: el nombre del conductor, marca y modelo del vehículo y el servicio que hacía. Los días laborables por las mañanas eran de bastante actividad por lo que el centinela se lo pasaba de lo más “entretenido”. Los primeros vehículos que entraban a primera hora eran el SEAT negro 1.400 del coronel, la furgoneta caqui Wolswagen de los oficiales y un desvencijado autobús de 40 plazas, de la marca Chrysler, también pintado de caqui, que traía a los suboficiales. Y al igual que todos los anteriores, con matrículas ET. Estos vehículos, eran la excepción, es decir, no se les daba el alto, solo se levantaba la barrera y se les saludaba en posición de firmes, procurando, de reojo, memorizar sus respectivas matrículas para anotarlas en la tablilla. Los nombres de los conductores ya nos los sabíamos pues eran conocidos por todos.
Para el resto de los coches se cumplía a rajatabla el protocolo de anotación completa de datos. Solían ser los camiones de la Pepsi-Cola, de las cervezas Mahou, de la pescadería, etc… ocasionalmente, algún coche particular, pero pocos, en aquella época (años 60) eran contados los que disponían de vehículo propio. Todas las madrugadas a eso de las 5 salía el camión GMC que iba a por el pan al paseo de Extremadura en donde estaba el cuartel de Intendencia y regresaba antes del toque de diana. Una cosa complicada, era cuando salía o entraba a cualquier hora del día o de la noche, un convoy de camiones, pues había que darles el alto, uno por uno, anotando los correspondientes datos. Estos datos eran revisados de vez en cuando por el oficial de guardia que siempre nos insistía en no olvidarnos de anotar, no quería que apareciesen en la lista “coches fantasmas”, es decir, vehículos que habían entrado y no constaba su salida o viceversa.
Otra cosa que se cumplía estrictamente era la prohibición del paso a todo aquel que fuera a pie. Ya fuese oficial o soldado. Tenían que entrar y salir obligatoriamente por la puerta principal. La única excepción era Doña Vicenta, nuestra entrañable pipera, que venía con su carrito de mercancías antes de la hora del desayuno.
A la noche, las guardias en esta puerta ya se hacían con fusil. Me acuerdo de una anécdota que me ocurrió una madrugada. Estando paseando de lado a lado de la puerta para pasar el rato, me debieron de ver los centinelas de la Escolta de Franco (a unos 100 metros de distancia) y notar que era “novato” pues uno de ellos gritó desde la entrada del Palacio: ¡¡¡Recluta!!! Me entraron ganas de pegar una voz y contestarle pero preferí callarme. No estaba el horno para bollos en aquellos años.
(de las “Memorias de un ex-cabo 1º de Transmisiones”).
El centinela disponía también de una tablilla con un impreso dividido en casillas, en donde había que apuntar la matrícula de cada coche que entraba o salía del acuartelamiento, así como: el nombre del conductor, marca y modelo del vehículo y el servicio que hacía. Los días laborables por las mañanas eran de bastante actividad por lo que el centinela se lo pasaba de lo más “entretenido”. Los primeros vehículos que entraban a primera hora eran el SEAT negro 1.400 del coronel, la furgoneta caqui Wolswagen de los oficiales y un desvencijado autobús de 40 plazas, de la marca Chrysler, también pintado de caqui, que traía a los suboficiales. Y al igual que todos los anteriores, con matrículas ET. Estos vehículos, eran la excepción, es decir, no se les daba el alto, solo se levantaba la barrera y se les saludaba en posición de firmes, procurando, de reojo, memorizar sus respectivas matrículas para anotarlas en la tablilla. Los nombres de los conductores ya nos los sabíamos pues eran conocidos por todos.
Para el resto de los coches se cumplía a rajatabla el protocolo de anotación completa de datos. Solían ser los camiones de la Pepsi-Cola, de las cervezas Mahou, de la pescadería, etc… ocasionalmente, algún coche particular, pero pocos, en aquella época (años 60) eran contados los que disponían de vehículo propio. Todas las madrugadas a eso de las 5 salía el camión GMC que iba a por el pan al paseo de Extremadura en donde estaba el cuartel de Intendencia y regresaba antes del toque de diana. Una cosa complicada, era cuando salía o entraba a cualquier hora del día o de la noche, un convoy de camiones, pues había que darles el alto, uno por uno, anotando los correspondientes datos. Estos datos eran revisados de vez en cuando por el oficial de guardia que siempre nos insistía en no olvidarnos de anotar, no quería que apareciesen en la lista “coches fantasmas”, es decir, vehículos que habían entrado y no constaba su salida o viceversa.
Otra cosa que se cumplía estrictamente era la prohibición del paso a todo aquel que fuera a pie. Ya fuese oficial o soldado. Tenían que entrar y salir obligatoriamente por la puerta principal. La única excepción era Doña Vicenta, nuestra entrañable pipera, que venía con su carrito de mercancías antes de la hora del desayuno.
A la noche, las guardias en esta puerta ya se hacían con fusil. Me acuerdo de una anécdota que me ocurrió una madrugada. Estando paseando de lado a lado de la puerta para pasar el rato, me debieron de ver los centinelas de la Escolta de Franco (a unos 100 metros de distancia) y notar que era “novato” pues uno de ellos gritó desde la entrada del Palacio: ¡¡¡Recluta!!! Me entraron ganas de pegar una voz y contestarle pero preferí callarme. No estaba el horno para bollos en aquellos años.
(de las “Memorias de un ex-cabo 1º de Transmisiones”).
Que recuerdos me trae esta entrada......que se refiere a los años 60 pero deciros que hasta el 2002 esas guardias eran exactamente iguales a lo que aqui se describe en cuanto a las famosas barreras rojas y blancas y procedimiento de apuntar y demas , con pequeños cambios como por ejemplo que nosotros si que las haciamos con armamento y de dos horas en vez de tres, se anotaban igual los datos y todo,ademas tampoco se podia entrar a pie por esa puerta, (se hacia por la principal),existia tambien una pequeña garita con telefono para hablar con el cuerpo de guardia.Por cierto de las barreras rojas y blancas me acuerdo bien porque un dia en un despiste mio y del que manejaba la barrera nos cargamos una bajada de antena de uno de aquellos land rover 109 y la susodicha barrera que hubo que soldar y todo jajaja cosas del servicio.Un saludo.
ResponderEliminarqiroga fuiste tu quiente cargaste la barrera? jaja no lo sabia. que recuerdos de la puertas de carros
ResponderEliminarpor cierto esta muy bie la pagina nueva, eh estado una temporada sin acceder ya que me quede sin ordena un saludo
ResponderEliminarSi Juan jajaja fui yo el que por desgracia la tronché,menudo disgusto :-) Un abrazo muy fuerte Juan.
ResponderEliminarDonde estaba la puerta de Carros??
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