Por el Comandante de Ingenieros (R)
D. Francisco Parra Vidal
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El día 5 de Diciembre de 1957 salió desde el Regimiento de Transmisiones de El Pardo la Compañía Expedicionaria de Trasmisiones al mando del Capitán D. Victoriano Sánchez García.
Su destino era EL AAIÚN (Sáhara), territorio entonces llamado África Occidental Española.
Nos trasladamos por ferrocarril hasta Cádiz donde llegamos de madrugada. Allí esperaba un buque que ese mismo día, tras embarcar personal y material partió con rumbo a Las Palmas de Gran Canaria. El viaje en ese barco estuvo lleno de anécdotas que no voy a relatar ahora pues no es la ocasión pero que perviven con agrado dentro de la incómoda realidad, el caso es que hacinados en
la bodega, sobre colchonetas de paja, el barco debió moverse en damasía toda vez que, mareados, comimos muy poco o casi nada, sucediéndose los continuos viajes a los vomitorios.
En Las Palmas permanecimos unos días, quizá por el estado del mar en las costas de África. Era muy frecuente entonces que en lugares como Sidi Ifni, Cabo Jubi, ElAaiún o Villa Cisneros el estado del mar no permitiese operaciones ya que no había muelles para carga y descarga.
Otro buque o el mismo, no recuerdo, nos trasladó hasta la costa africana, frente a la playa de El Aaiún. Permaneció a cierta distancia de la costa y en unas grandes barcas que se aproximaron nos transladaron a la playa pero las barcas no llegaban a la arena. A cierta distancia el "patrón", sorteando primero las olas nos gritaba ¡ahora! y todos al agua buscando la arena de la playa, el que menos se mojaba lo hacía hasta la cintura.
El posterior traslado hasta el Aaiún (unos 15 kilómetros) lo hicimos en camiones conducidos por personal nativo.
EL ASENTAMIENTO, EL TRABAJO Y ALGUNOS SUCESOS
En este apartado quiero hacer una pequeña reflexión, generalizando siempre en un grupo pequeño de personas, lo que yo recuerdo y mis compañeros más próximos, generalidad que estoy casi seguro se extendía a la mayoría de la tropa. El caso es que desde que salimos de El Pardo hasta la llegada a El Aaiún y días después, no recuerdo haber tenido la más mínima sensación de peligro, es como si no supiésemos en realidad que éste existía.
Fué en días posteriores, cuando elementos rebeldes hostigaron con disparos durante la noche el destacamento de Cabeza de Playa. También cuando el enemigo atacó un convoy de transporte de mercancias entre El Aaiún y la playa, en la cadena de dunas que en unos kilómetros jalonaban el camino. Hubo heridos y al menos un muerto que yo recuerde; el Capitán Venerando, legionario que murió desangrado por un disparo enemigo en el vientre según contaban. También en la zona norte al otro lado de la Saguia frente a El Aaiún, la Legión o alguna Compañía de la misma fueron hostigados por elementos rebeldes durante muchas noches próximas a la Navidad o durante la misma. Los disparos pasaban por encima de la población con su característico zumbido. Los legionarios respondían siempre a los disparos con más disparos. Un día bajaron a tres o cuatro rebeldes muertos durante la noche anterior, los depositaron en el suelo dentro del acuartelamiento de Tropas Nomadas, en el centro del patio. El hecho causó impacto entre nosotros pues era la primera vez que veíamos al enemigo de alguna forma, en este caso muertos.
Aquellos sucesos cambiaron mi forma de pensar, efectivamente estabamos en una guerra y el peligro sí existía. El trabajo, la rutina diaria y callada y sobre todo el compañerismo que tomó vida en gran manera nos unió más y nos hizo más hombres. En aquellos días de Navidad yo cumplí 20 años.
Se hacían salidas pero siempre eran cortas y de día, excepto a Cabeza de Playa, acompañando a la Legión que escoltaba al convoy. Regresabamos casi siempre al anochecer. Como operadores de radio trabajábamos con la estación MK II, con antena de varillas, montadas en vehículos ligeros Jeep,s y Dodge, éste último más grande. Se formaba una malla de radio con la estación directora en Aaiún y en aquellas "descubiertas", que así las llamábamos , la práctica de trabajo era contínua.
De esta forma se llegó al día 13 de Enero, estaba a librarse la batalla más cruenta de aquella guerra, donde más muertos y heridos hubo, donde la Legión Española volvió a ofrecer a la Patria sus mejores hijos porque siempre son los mejores los que dieron su vida por España, donde se produjeron hechos de un valor heróico tal que merecen perdurar para siempre en nuestra Historia de España.
LA BATALLA DE EDCHERA
El día 13 de Enero de 1958 nos levantamos antes del amanecer y nos dirigimos al Puesto de Mando de la Compañía sito desde el principio en una gran nave que habían dispuesto al efecto en el interior del pueblo, cerca de la plaza principal donde, en tiendas de campaña, teníamos el campamento.
Recuerdo que en aquella nave se ubicaban los vehículos operativos, ligeros, con una estación de radio cada uno instalada sobre uno de los dos asientos de madera situados a ambos lados del habitáculo en su longitud. Bajo la emisora, su batería de 12 voltios, de grandes dimensiones y que ocupaba gran parte del suelo.
Uno de los vehículos tenia instaladas dos estaciones de radio MK II, una a cada lado. Este vehículo sería la estación directora de los dos en movimiento y enlazaría con el otro vehículo y la
estación directora de la malla en El Aaiún, cuyo operador de radio y jefe era el Brigada Especialista Operador de Radio D. JOSE PARRA ABAD, mi padre. La estación añadida estaba destinada a enlazar con la aviación si llegara el caso.
Al Brigada Parra nos presentamos los dos Cabos Primeros, operadores de radio, designados para aquel servicio, el Cabo 1º D.PEDRO FERNÁNDEZ MAYORALAS RUIZ y yo. Recibimos las instrucciones de trabajo tal como frecuencias de radio, indicativos y otras directrices propias del servicio.
No recuerdo si sorteamos o decidimos los dos, o decidió el Bgda. los puestos a cubrir para aquel servicio que se adivinaba era diferente a los demás. El caso es que yo me situé con el Mando de la Bandera, Comandante RIVAS, utilizando el vehículo que tenía instaladas las dos estaciones MK II y que tendría más dificultades en cuanto a técnica se refiere; trabajo con el otro corresposal, con la directora en Aaiún y con la aviación. Eso significaba cambios de frecuencia contínuos, enlaces puente, etc.. MAYORALAS se situó con su vehículo en vanguardia y su Mando directo era el Capitán JÁUREGUI.
Supimos también que aquel servicio, por las directrices recibidas, era distinto a los habituales ya que no se trataba de un traslado de tropas o de material, o de un convoy con fines logísticos. Este era un servicio de radio a la 13ª Bandera de la Legíón en una operación de campaña y por su entidad debía tratarse de la Bandera al completo. Por supuesto yo ignoraba toda la cuestión táctica y demás, mi único interès como operador de radio era mantener el enlace en todo momento.
No presentía lo que iba a suceder a lo largo de aquel día (¿alguien lo presentía?) que al final del mismo pudo parecer interminable o transcurrir como un soplo. En cada vehículo nos acompañaba el conductor y un soldado ayudante del operador de radio o enlace. Mi conductor era el cabo D.ANTONIO BAUTISTA VILELA. Me imagino que nos presentamos a nuestros Mandos de la Legión tras desearnos suerte como teníamos por costumbre
Si recuerdo cuando cruzamos la Saguia El Hamra y tomamos dirección Sur, siempre bordeando la depresión pero sin acercarnos a ella. Mayoralas delante y mi vehículo inmediatamente detrás del vehículo del Comandante. Manteníamos el enlace contínuo (escucha permanente), cruzándonos novedades cada 10 o 15 minutos. De vez en cuando intervenía la directora desde Aaiún. Creo recordar que nos detuvimos alguna vez pero no estoy seguro. Yo seguía presintiendo el borde de la Saguia muy próximo.
Entonces, no recuerdo a que hora pero si durante la mañana o al final de la misma se rompe la monotonía, MAYORALAS me anuncia que el Cap. JAUREGUI desea hablar con el Comandante. Con voces nerviosas o tensas, puestos al habla los dos, su conversación, muy aproximadamente fué ésta:
" - Dime Jáuregui, soy el Comandante.
- Estamos recibiendo fuego aislado del enemigo y lo estamos repeliendo. Vemos algunos elementos bajando hacia la Saguia.
- Bién Jaúregui, !Duro con ellos! "
Al cortarse la comunicación, la estación Directora desde El Aaiún me ordena mantener el enlace contínuo y que Mayoralas siga hablando. Yo insto a mi compañero a que lo haga.
Creo que así debió suceder. Lo que si recuerdo bién es cuando más tarde, en un momento determinado Mayoralas me dice:
" - Estamos recibiendo mucho fuego, intento seguir al Capitán, nos disparan intensamente..."
La órden desde El Aaiún fué immediata:
" - Que el coche radio no siga, que retroceda, que no continúe, que se vuelva..."
Yo acto seguido cumplimento la órden:
" - Mayoralas no sigas, atrás, atrás... Que no progreses. Que vuelvas atrás. Contesta cambio..."
Pero creo que esa órden llegó tarde o no fué escuchada nunca . Mayoralas ya no contestó más. No volví a oir su voz. Durante muchos minutos estuve llamándole, sin resultado positivo hasta que esas llamadas fueron cada vez más espaciadas. Siempre me mantuve a la escucha en esa frecuencia que es la misma que mantenía con Aaiún.
Los momentos que siguieron fueron frenéticos. Mis contínuas llamadas a Mayoralas no obtenían respuesta. ¡Pero ahora éramos nosotros los que recibíamos fuego!, y éste nos detuvo brúscamente. Entre las dos estaciones de radio, protegido por las baterías, escuchaba los disparos de los legionarios cerca del vehículo, pero sin avanzar hasta donde se encontraban las fuerzas de vanguardia que, al parecer, debían situarse tras los que nos hacían fuego, o al menos en la misma dirección; el Sur.
Al parecer quiso el Comandante progresar por el borde de la Saguia, ya que retrocedimos y nos dirigímos al borde de la Saguia, por donde habíamos pasado antes, pero al aproximarnos, como a unos 200 metros calculo yo, una lluvia de disparos nos frenaba. Era un fuego muy intenso y era tal que en mi vehículo se contaron veintisiete impactos. Por otra parte era lógico ya que las dos antenas de varillas se veían desde mucha distancia...
Estos amagos de acercarnos al borde de la Saguia se sucedieron, por distintos sitios, un par de veces o más, sin conseguirlo nunca. Mi vehículo pegado al del Comandante que unas veces se internaba solo y otras nos acompañaban vehículos ligeros. Yo recuerdo que en algunas de aquellas paradas,bajo el fuego mantenía comentarios con mi conductor Vilela siempre, por supuesto, pero tambien con los legionarios enlaces que acompañaban al Comandante y se guarecian del fuego tras las ruedas de mi vehículo.
Tengo que resaltar a mi conductor Vilela. Como yo casi siempre por el trabajo me mantenía en el interior del vehículo, era él el que estaba atento al coche del Comandante. En uno de aquellos momentos una ráfaga enemiga le hiere en una pierna, sangra, se guarece tras una rueda, busca al Comandante y se dá cuenta que estamos solos...
¿Pero que hacemos allí sólos?; ¿Por qué en medio de la nada?; A ciento cincuenta metros nos disparan intensamente -las antenas atraen los disparos- y los nuestros en dirección opuesta, a unos doscientos cincuenta metros (?)....
- Vilela ¿dónde estás?grito desde el interior del vehículo.
- ! Me han herido ! No salgas... - me responde-
- ¿Estás bien? !Si puedes vámonos de aquí! - le contesto -.
Y Vilela sacó el vehículo de allí como pudo. Con las dos ruedas delanteras pinchadas y bajo una oleada de disparos. Me pareció que el coche volaba por aquella pedregosa llanura. A duras penas solo veía los brazos de Vilela sobre el volante. Así llegamos donde estaban los nuestros y el Comandante.
Los requerimientos desde El Aaiún para hablar con el Comandante eran contínuos y varias veces hablaron sobre el desarrollo de la operación, pero recuerdo que en muchas ocasiones el Comandante no acudía a la radio especialmente cuando la actividad era intensa . Me preguntaban a mi entonces sobre número de heridos y muertos y yo, aún sabiendo lo que veía no les informé nunca sobre ese dato.
Por la tarde trabajé por radio con uno de los dos aviones que llegaron desde Las Palmas. Continuamente me pedía objetivo para arrojar las bombas insisitiendo que se iba la luz del día, que tendrían que bajar su altura y entonces no explosionarían. El Comandante se resisitía a dar esa información y cuando por fin lo hizo se lo comuniqué a los aviones. Fué el final de mi trabajo con ellos, y recuerdo también, por extraña para nosotros, la frecuencia en la que mantuvimos el enlace; 3.023 kcs., en fonía. Yo no escuché el sonido de las bombas. Más tarde comprendí que el resistirse del Comandante a facilitar objetivo; había muchos legionarios sin localizar, pudiera ser que muertos , pudiera ser que vivos todavía y caía la tarde, la noche enseguida y había que esperar hasta el día siguiente.
Llegó la noche y se formó con los vehículos una especié de círculo. Nos dispusimos a pasar una de las noches más largas que recuerdo. El enlace con Aaiún muy dificultoso, grafía (morse) y en lucha constante con la carga de las baterías. Salvo excepciones, nos limitábamos a dar novedades. Durante muchas horas siguieron oyéndose disparos en la distancia, sé que nos preguntamos muchas veces por el origen de los mismos. Las conjeturas fueron de todo tipo; legionarios buscando en la noche a los suyos, legionarios que seguían combatiendo o quien sabe...
Un convoy que partió hacia el Aaiún con heridos y muertos regresó a las pocas horas, ya que cuando creían que habian llegado al pueblo estaban otra vez en el mismo sitio del que partieron, incapaces de encontrar el camino. Si durante el día el desierto gastaba aquellas bromas que no sería durante la noche.
Al amanecer no había rastro del enemigo. Con las primeras luces, y me imagino tras el reconocimiento del terreno, comenzo la triste y dolorosa tarea de recoger a los muertos, ya que no había más que muertos. Yo no participé en aquella tarea. Me limité a conteplar desde mi vehículo, contando... Los muertos se cargaron en camiones para su traslado a El Aaiún.
No recuerdo a que hora de la tarde regresamos a El Aaiún ni lo que tardamos en el viaje, solo recuerdo que me sorprendió la gran cantidad de gente, soldados casi todos, que se agolpaban a ambos lados de la entrada del pueblo. El abrazo de mi padre, Del Capitán de la Compañía, felicitaciones y aplausos. Sin esperar aquel recibimiento que me sorprendió pensé; ¿Pero que habíamos hecho?, ¿Que había pasado en realidad?.
Pero realmente ¿Que le pasó al Cabo 1º MAYORALAS ?. Esa pregunta nos la hicimos durante mucho tiempo y nunca obtuvimos una respuesta clara.
Se comentó y debe estar escrito en algún sitio que elementos saharagüis interrogados no aportaron nada. No lo habían hecho prisionero como al principio se supuso. No lo recordaban y nunca tuvieron noticia de él.
Su cuerpo, de haber sido herido o muerto, no estaba entre los muertos recuperados al dia siguiente, sólo su vehículo, sin estación de radio, sin baterías, con las ruedas pinchadas o sin ruedas, no lo recuerdo, apareció en un repecho del camino que bajaba hacia la Saguia.
La idea que germinó en mi pensamiento desde entonces como única hipótesis que puede no ser cierta pero algunos comparten es que, Mayoralas, como yo, no era infante. Pertenecía al Arma de Ingenieros, Transmisiones concretamente, Operador de Radio y su principal misión era mantener el enlace con su estación. Quizás herido abandonó el fragor de la batalla, pudo hacerlo ya que no llegó al mismo sitio donde cayeron los bravos legionarios del Capitán JAUREGUI, y buscar cobijo en algún lugar, por camino equivocado, lejos o cerca de la batalla.
En consecuencia cabe hacerse algunas preguntas más, simpre en hipótesis y con la natural cautela:
- Si su conductor y el enlace pudieron salir de allí ¿Por qué él no lo hizo?, ¿Fué retenido por alguien o por algo?, Quiso defender la estación de radio y eso le costó la vida o el que le hicieran prisionero?.
- ¿ Alguien se dió cuenta al amanecer del día 14 y reconocer el campo de batalla que faltaba el Cabo 1º Mayoralas?
- Al recoger a los muertos y despejar el lugar ¿Se hizo algo para buscarlo?, ¿Se juzgó a simple vista sobre el terreno que al no estar allí es que lo habían hecho prisionero?.
Ya no hay más preguntas respecto a la mañana del día 14 y Mayoralas. Y no puede haberlas en ese sentido ya que la imagen de aquellos héroes muertos, legionarios caídos en defensa de España y que es la mejor manera de morir que tiene un soldado, narrada por boca de los que recogían a sus compañeros y que yo escuché pocas horas después, es una imagen que merece ser recordada para siempre en nuestra Historia de España.
Siete años después, destinado yo en El Aaiún, volví al lugar de la batalla. Recorrí a pié varios centenares de metros buscando algo que ni yo mismo definía el qué. Me detuve en lugares iguales o semejantes a aquellos donde nos había detenido el fuego enemigo. No reconocí los sitios, pero si el terreno, inmenso, raso, pedregoso. Los obstáculos que éste podia ofrecer para ocultarse, piedras o matas, no se levantaban más de veinte centímetros del suelo en más de trescientos metros desde el borde de la Saguia.
Me aproximé al mismo borde y recorrí caminos entre las piedras y gagras que lo delimitan. Me imaginé a unos hombres allí apostados y perfectamente parapetados haciendo fuego a unos blanacos humanos sin casi posibilidad de cobijo.
Caminé por lugares donde quizá terminó la vanguardia su avance. No reconocí el lugar porque yo nunca había llegado hasta allí. Pero sí hasta allí debió llegar Mayoralas y muchos y muy bravos legionarios; Capitán Jáauregui, Brigada Fadrique y tantos héroes que no llegué a conocer.
Comprendí que en cualquiera de los intrincados e imáginables caminos que por la abrupta depresión bajaban hasta la Saguia, era muy fácil, increiblemente fácil, perderse, ocultarse o morir.
Pensé tambien que morir como ellos lo hicieron es como vivir para siempre.
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En Madrid, febrero de 2008. Cincuenta años después.
D. Francisco Parra Vidal
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EL TRASLADO DE LA COMPAÑÍA EXPEDICIONARIA HASTA EL SAHARA
El día 5 de Diciembre de 1957 salió desde el Regimiento de Transmisiones de El Pardo la Compañía Expedicionaria de Trasmisiones al mando del Capitán D. Victoriano Sánchez García.
Su destino era EL AAIÚN (Sáhara), territorio entonces llamado África Occidental Española.
Nos trasladamos por ferrocarril hasta Cádiz donde llegamos de madrugada. Allí esperaba un buque que ese mismo día, tras embarcar personal y material partió con rumbo a Las Palmas de Gran Canaria. El viaje en ese barco estuvo lleno de anécdotas que no voy a relatar ahora pues no es la ocasión pero que perviven con agrado dentro de la incómoda realidad, el caso es que hacinados en
la bodega, sobre colchonetas de paja, el barco debió moverse en damasía toda vez que, mareados, comimos muy poco o casi nada, sucediéndose los continuos viajes a los vomitorios.
En Las Palmas permanecimos unos días, quizá por el estado del mar en las costas de África. Era muy frecuente entonces que en lugares como Sidi Ifni, Cabo Jubi, ElAaiún o Villa Cisneros el estado del mar no permitiese operaciones ya que no había muelles para carga y descarga.
Otro buque o el mismo, no recuerdo, nos trasladó hasta la costa africana, frente a la playa de El Aaiún. Permaneció a cierta distancia de la costa y en unas grandes barcas que se aproximaron nos transladaron a la playa pero las barcas no llegaban a la arena. A cierta distancia el "patrón", sorteando primero las olas nos gritaba ¡ahora! y todos al agua buscando la arena de la playa, el que menos se mojaba lo hacía hasta la cintura.
El posterior traslado hasta el Aaiún (unos 15 kilómetros) lo hicimos en camiones conducidos por personal nativo.
EL ASENTAMIENTO, EL TRABAJO Y ALGUNOS SUCESOS
En este apartado quiero hacer una pequeña reflexión, generalizando siempre en un grupo pequeño de personas, lo que yo recuerdo y mis compañeros más próximos, generalidad que estoy casi seguro se extendía a la mayoría de la tropa. El caso es que desde que salimos de El Pardo hasta la llegada a El Aaiún y días después, no recuerdo haber tenido la más mínima sensación de peligro, es como si no supiésemos en realidad que éste existía.
Fué en días posteriores, cuando elementos rebeldes hostigaron con disparos durante la noche el destacamento de Cabeza de Playa. También cuando el enemigo atacó un convoy de transporte de mercancias entre El Aaiún y la playa, en la cadena de dunas que en unos kilómetros jalonaban el camino. Hubo heridos y al menos un muerto que yo recuerde; el Capitán Venerando, legionario que murió desangrado por un disparo enemigo en el vientre según contaban. También en la zona norte al otro lado de la Saguia frente a El Aaiún, la Legión o alguna Compañía de la misma fueron hostigados por elementos rebeldes durante muchas noches próximas a la Navidad o durante la misma. Los disparos pasaban por encima de la población con su característico zumbido. Los legionarios respondían siempre a los disparos con más disparos. Un día bajaron a tres o cuatro rebeldes muertos durante la noche anterior, los depositaron en el suelo dentro del acuartelamiento de Tropas Nomadas, en el centro del patio. El hecho causó impacto entre nosotros pues era la primera vez que veíamos al enemigo de alguna forma, en este caso muertos.
Aquellos sucesos cambiaron mi forma de pensar, efectivamente estabamos en una guerra y el peligro sí existía. El trabajo, la rutina diaria y callada y sobre todo el compañerismo que tomó vida en gran manera nos unió más y nos hizo más hombres. En aquellos días de Navidad yo cumplí 20 años.
Se hacían salidas pero siempre eran cortas y de día, excepto a Cabeza de Playa, acompañando a la Legión que escoltaba al convoy. Regresabamos casi siempre al anochecer. Como operadores de radio trabajábamos con la estación MK II, con antena de varillas, montadas en vehículos ligeros Jeep,s y Dodge, éste último más grande. Se formaba una malla de radio con la estación directora en Aaiún y en aquellas "descubiertas", que así las llamábamos , la práctica de trabajo era contínua.
De esta forma se llegó al día 13 de Enero, estaba a librarse la batalla más cruenta de aquella guerra, donde más muertos y heridos hubo, donde la Legión Española volvió a ofrecer a la Patria sus mejores hijos porque siempre son los mejores los que dieron su vida por España, donde se produjeron hechos de un valor heróico tal que merecen perdurar para siempre en nuestra Historia de España.
LA BATALLA DE EDCHERA
LA PARTIDA
El día 13 de Enero de 1958 nos levantamos antes del amanecer y nos dirigimos al Puesto de Mando de la Compañía sito desde el principio en una gran nave que habían dispuesto al efecto en el interior del pueblo, cerca de la plaza principal donde, en tiendas de campaña, teníamos el campamento.
Recuerdo que en aquella nave se ubicaban los vehículos operativos, ligeros, con una estación de radio cada uno instalada sobre uno de los dos asientos de madera situados a ambos lados del habitáculo en su longitud. Bajo la emisora, su batería de 12 voltios, de grandes dimensiones y que ocupaba gran parte del suelo.
Uno de los vehículos tenia instaladas dos estaciones de radio MK II, una a cada lado. Este vehículo sería la estación directora de los dos en movimiento y enlazaría con el otro vehículo y la
estación directora de la malla en El Aaiún, cuyo operador de radio y jefe era el Brigada Especialista Operador de Radio D. JOSE PARRA ABAD, mi padre. La estación añadida estaba destinada a enlazar con la aviación si llegara el caso.
Al Brigada Parra nos presentamos los dos Cabos Primeros, operadores de radio, designados para aquel servicio, el Cabo 1º D.PEDRO FERNÁNDEZ MAYORALAS RUIZ y yo. Recibimos las instrucciones de trabajo tal como frecuencias de radio, indicativos y otras directrices propias del servicio.
No recuerdo si sorteamos o decidimos los dos, o decidió el Bgda. los puestos a cubrir para aquel servicio que se adivinaba era diferente a los demás. El caso es que yo me situé con el Mando de la Bandera, Comandante RIVAS, utilizando el vehículo que tenía instaladas las dos estaciones MK II y que tendría más dificultades en cuanto a técnica se refiere; trabajo con el otro corresposal, con la directora en Aaiún y con la aviación. Eso significaba cambios de frecuencia contínuos, enlaces puente, etc.. MAYORALAS se situó con su vehículo en vanguardia y su Mando directo era el Capitán JÁUREGUI.
Supimos también que aquel servicio, por las directrices recibidas, era distinto a los habituales ya que no se trataba de un traslado de tropas o de material, o de un convoy con fines logísticos. Este era un servicio de radio a la 13ª Bandera de la Legíón en una operación de campaña y por su entidad debía tratarse de la Bandera al completo. Por supuesto yo ignoraba toda la cuestión táctica y demás, mi único interès como operador de radio era mantener el enlace en todo momento.
No presentía lo que iba a suceder a lo largo de aquel día (¿alguien lo presentía?) que al final del mismo pudo parecer interminable o transcurrir como un soplo. En cada vehículo nos acompañaba el conductor y un soldado ayudante del operador de radio o enlace. Mi conductor era el cabo D.ANTONIO BAUTISTA VILELA. Me imagino que nos presentamos a nuestros Mandos de la Legión tras desearnos suerte como teníamos por costumbre
EL VIAJE
Si recuerdo cuando cruzamos la Saguia El Hamra y tomamos dirección Sur, siempre bordeando la depresión pero sin acercarnos a ella. Mayoralas delante y mi vehículo inmediatamente detrás del vehículo del Comandante. Manteníamos el enlace contínuo (escucha permanente), cruzándonos novedades cada 10 o 15 minutos. De vez en cuando intervenía la directora desde Aaiún. Creo recordar que nos detuvimos alguna vez pero no estoy seguro. Yo seguía presintiendo el borde de la Saguia muy próximo.
EL CONFLICTO
Entonces, no recuerdo a que hora pero si durante la mañana o al final de la misma se rompe la monotonía, MAYORALAS me anuncia que el Cap. JAUREGUI desea hablar con el Comandante. Con voces nerviosas o tensas, puestos al habla los dos, su conversación, muy aproximadamente fué ésta:
" - Dime Jáuregui, soy el Comandante.
- Estamos recibiendo fuego aislado del enemigo y lo estamos repeliendo. Vemos algunos elementos bajando hacia la Saguia.
- Bién Jaúregui, !Duro con ellos! "
Al cortarse la comunicación, la estación Directora desde El Aaiún me ordena mantener el enlace contínuo y que Mayoralas siga hablando. Yo insto a mi compañero a que lo haga.
Creo que así debió suceder. Lo que si recuerdo bién es cuando más tarde, en un momento determinado Mayoralas me dice:
" - Estamos recibiendo mucho fuego, intento seguir al Capitán, nos disparan intensamente..."
La órden desde El Aaiún fué immediata:
" - Que el coche radio no siga, que retroceda, que no continúe, que se vuelva..."
Yo acto seguido cumplimento la órden:
" - Mayoralas no sigas, atrás, atrás... Que no progreses. Que vuelvas atrás. Contesta cambio..."
Pero creo que esa órden llegó tarde o no fué escuchada nunca . Mayoralas ya no contestó más. No volví a oir su voz. Durante muchos minutos estuve llamándole, sin resultado positivo hasta que esas llamadas fueron cada vez más espaciadas. Siempre me mantuve a la escucha en esa frecuencia que es la misma que mantenía con Aaiún.
Los momentos que siguieron fueron frenéticos. Mis contínuas llamadas a Mayoralas no obtenían respuesta. ¡Pero ahora éramos nosotros los que recibíamos fuego!, y éste nos detuvo brúscamente. Entre las dos estaciones de radio, protegido por las baterías, escuchaba los disparos de los legionarios cerca del vehículo, pero sin avanzar hasta donde se encontraban las fuerzas de vanguardia que, al parecer, debían situarse tras los que nos hacían fuego, o al menos en la misma dirección; el Sur.
Al parecer quiso el Comandante progresar por el borde de la Saguia, ya que retrocedimos y nos dirigímos al borde de la Saguia, por donde habíamos pasado antes, pero al aproximarnos, como a unos 200 metros calculo yo, una lluvia de disparos nos frenaba. Era un fuego muy intenso y era tal que en mi vehículo se contaron veintisiete impactos. Por otra parte era lógico ya que las dos antenas de varillas se veían desde mucha distancia...
Estos amagos de acercarnos al borde de la Saguia se sucedieron, por distintos sitios, un par de veces o más, sin conseguirlo nunca. Mi vehículo pegado al del Comandante que unas veces se internaba solo y otras nos acompañaban vehículos ligeros. Yo recuerdo que en algunas de aquellas paradas,bajo el fuego mantenía comentarios con mi conductor Vilela siempre, por supuesto, pero tambien con los legionarios enlaces que acompañaban al Comandante y se guarecian del fuego tras las ruedas de mi vehículo.
Tengo que resaltar a mi conductor Vilela. Como yo casi siempre por el trabajo me mantenía en el interior del vehículo, era él el que estaba atento al coche del Comandante. En uno de aquellos momentos una ráfaga enemiga le hiere en una pierna, sangra, se guarece tras una rueda, busca al Comandante y se dá cuenta que estamos solos...
¿Pero que hacemos allí sólos?; ¿Por qué en medio de la nada?; A ciento cincuenta metros nos disparan intensamente -las antenas atraen los disparos- y los nuestros en dirección opuesta, a unos doscientos cincuenta metros (?)....
- Vilela ¿dónde estás?grito desde el interior del vehículo.
- ! Me han herido ! No salgas... - me responde-
- ¿Estás bien? !Si puedes vámonos de aquí! - le contesto -.
Y Vilela sacó el vehículo de allí como pudo. Con las dos ruedas delanteras pinchadas y bajo una oleada de disparos. Me pareció que el coche volaba por aquella pedregosa llanura. A duras penas solo veía los brazos de Vilela sobre el volante. Así llegamos donde estaban los nuestros y el Comandante.
Los requerimientos desde El Aaiún para hablar con el Comandante eran contínuos y varias veces hablaron sobre el desarrollo de la operación, pero recuerdo que en muchas ocasiones el Comandante no acudía a la radio especialmente cuando la actividad era intensa . Me preguntaban a mi entonces sobre número de heridos y muertos y yo, aún sabiendo lo que veía no les informé nunca sobre ese dato.
Por la tarde trabajé por radio con uno de los dos aviones que llegaron desde Las Palmas. Continuamente me pedía objetivo para arrojar las bombas insisitiendo que se iba la luz del día, que tendrían que bajar su altura y entonces no explosionarían. El Comandante se resisitía a dar esa información y cuando por fin lo hizo se lo comuniqué a los aviones. Fué el final de mi trabajo con ellos, y recuerdo también, por extraña para nosotros, la frecuencia en la que mantuvimos el enlace; 3.023 kcs., en fonía. Yo no escuché el sonido de las bombas. Más tarde comprendí que el resistirse del Comandante a facilitar objetivo; había muchos legionarios sin localizar, pudiera ser que muertos , pudiera ser que vivos todavía y caía la tarde, la noche enseguida y había que esperar hasta el día siguiente.
Llegó la noche y se formó con los vehículos una especié de círculo. Nos dispusimos a pasar una de las noches más largas que recuerdo. El enlace con Aaiún muy dificultoso, grafía (morse) y en lucha constante con la carga de las baterías. Salvo excepciones, nos limitábamos a dar novedades. Durante muchas horas siguieron oyéndose disparos en la distancia, sé que nos preguntamos muchas veces por el origen de los mismos. Las conjeturas fueron de todo tipo; legionarios buscando en la noche a los suyos, legionarios que seguían combatiendo o quien sabe...
Un convoy que partió hacia el Aaiún con heridos y muertos regresó a las pocas horas, ya que cuando creían que habian llegado al pueblo estaban otra vez en el mismo sitio del que partieron, incapaces de encontrar el camino. Si durante el día el desierto gastaba aquellas bromas que no sería durante la noche.
Al amanecer no había rastro del enemigo. Con las primeras luces, y me imagino tras el reconocimiento del terreno, comenzo la triste y dolorosa tarea de recoger a los muertos, ya que no había más que muertos. Yo no participé en aquella tarea. Me limité a conteplar desde mi vehículo, contando... Los muertos se cargaron en camiones para su traslado a El Aaiún.
No recuerdo a que hora de la tarde regresamos a El Aaiún ni lo que tardamos en el viaje, solo recuerdo que me sorprendió la gran cantidad de gente, soldados casi todos, que se agolpaban a ambos lados de la entrada del pueblo. El abrazo de mi padre, Del Capitán de la Compañía, felicitaciones y aplausos. Sin esperar aquel recibimiento que me sorprendió pensé; ¿Pero que habíamos hecho?, ¿Que había pasado en realidad?.
EN HIPÓTESIS
Pero realmente ¿Que le pasó al Cabo 1º MAYORALAS ?. Esa pregunta nos la hicimos durante mucho tiempo y nunca obtuvimos una respuesta clara.
Se comentó y debe estar escrito en algún sitio que elementos saharagüis interrogados no aportaron nada. No lo habían hecho prisionero como al principio se supuso. No lo recordaban y nunca tuvieron noticia de él.
Su cuerpo, de haber sido herido o muerto, no estaba entre los muertos recuperados al dia siguiente, sólo su vehículo, sin estación de radio, sin baterías, con las ruedas pinchadas o sin ruedas, no lo recuerdo, apareció en un repecho del camino que bajaba hacia la Saguia.
La idea que germinó en mi pensamiento desde entonces como única hipótesis que puede no ser cierta pero algunos comparten es que, Mayoralas, como yo, no era infante. Pertenecía al Arma de Ingenieros, Transmisiones concretamente, Operador de Radio y su principal misión era mantener el enlace con su estación. Quizás herido abandonó el fragor de la batalla, pudo hacerlo ya que no llegó al mismo sitio donde cayeron los bravos legionarios del Capitán JAUREGUI, y buscar cobijo en algún lugar, por camino equivocado, lejos o cerca de la batalla.
En consecuencia cabe hacerse algunas preguntas más, simpre en hipótesis y con la natural cautela:
- Si su conductor y el enlace pudieron salir de allí ¿Por qué él no lo hizo?, ¿Fué retenido por alguien o por algo?, Quiso defender la estación de radio y eso le costó la vida o el que le hicieran prisionero?.
- ¿ Alguien se dió cuenta al amanecer del día 14 y reconocer el campo de batalla que faltaba el Cabo 1º Mayoralas?
- Al recoger a los muertos y despejar el lugar ¿Se hizo algo para buscarlo?, ¿Se juzgó a simple vista sobre el terreno que al no estar allí es que lo habían hecho prisionero?.
Ya no hay más preguntas respecto a la mañana del día 14 y Mayoralas. Y no puede haberlas en ese sentido ya que la imagen de aquellos héroes muertos, legionarios caídos en defensa de España y que es la mejor manera de morir que tiene un soldado, narrada por boca de los que recogían a sus compañeros y que yo escuché pocas horas después, es una imagen que merece ser recordada para siempre en nuestra Historia de España.
EL RETORNO Y UNA REFLEXIÓN MÁS
Siete años después, destinado yo en El Aaiún, volví al lugar de la batalla. Recorrí a pié varios centenares de metros buscando algo que ni yo mismo definía el qué. Me detuve en lugares iguales o semejantes a aquellos donde nos había detenido el fuego enemigo. No reconocí los sitios, pero si el terreno, inmenso, raso, pedregoso. Los obstáculos que éste podia ofrecer para ocultarse, piedras o matas, no se levantaban más de veinte centímetros del suelo en más de trescientos metros desde el borde de la Saguia.
Me aproximé al mismo borde y recorrí caminos entre las piedras y gagras que lo delimitan. Me imaginé a unos hombres allí apostados y perfectamente parapetados haciendo fuego a unos blanacos humanos sin casi posibilidad de cobijo.
Caminé por lugares donde quizá terminó la vanguardia su avance. No reconocí el lugar porque yo nunca había llegado hasta allí. Pero sí hasta allí debió llegar Mayoralas y muchos y muy bravos legionarios; Capitán Jáauregui, Brigada Fadrique y tantos héroes que no llegué a conocer.
Comprendí que en cualquiera de los intrincados e imáginables caminos que por la abrupta depresión bajaban hasta la Saguia, era muy fácil, increiblemente fácil, perderse, ocultarse o morir.
Pensé tambien que morir como ellos lo hicieron es como vivir para siempre.
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En Madrid, febrero de 2008. Cincuenta años después.
Interesantísimo relato histórico el que nos ha enviado el Comandante Parra.
ResponderEliminarGracias mi Comandante.
Hola: este trabajo del comandante Parra es un verdadero lujo para nuestro Blog.
ResponderEliminarMuchas gracias, mi comandante.
Excelente relato de las vivencias personales en aquel combate. Un muy meritorio esfuerzo por aportar datos que aclaren detalles bastante oscuros de lo acontecido.
ResponderEliminarEnhorabuena al autor y a los gestores del blog por traer a internet esta valiosa información histórica.
Saludos cordiales
Gracias...mi Comndante. Para los autores de este blog es un privilegio contar con oolaboraciones de tan alto valor como la suya.
ResponderEliminarConsideramos que esta apotación merece un lugar destcado de este blog, por lo que próximamente modifcaremos el diseño para que esta entrada ocupe el lugar que l corresponde.
Saludos desde Zaragoza
Mí estimado Comte. Parra:
ResponderEliminarMás de una vez qué he tenido la suerte y el gran privilegio de contactar con algunos componente de la Gloriosa XIII bandera y agregados a la misma. Su relato con motivo del 50 aniversario del combate en Echera, me parece fenomenal y por ello le felicito. Pero, con todos mis respetos mí Comandante, creo qué deja Vd. algunas cosas en el “tintero” sobre aquel fatídico día, ruego disculpe mí atrevimiento. Muy atentamente.
Juan Ant. Cabrera Campos – Tropas Nómadas Grupo I – Smara.
Hola a todos: yo creo que el comandante Parra se ha limitado a contar lo que él recuerda de su participación en aquel combate desde su puesto a bordo de un vehículo de radio. Él no pudo saber los detalles de lo que sucedió en el resto del escenario donde ocurrió aquella batalla.
ResponderEliminarPor otro lado, aquí no se trata de abrir un debate sobre la guerra de Ifni-Sahara, porque para ello ya existen en la Red otras páginas especializadas que tratan sobre dicho tema.
Nuestra humilde intención es ir recopilando poco a poco los pequeños retazos de historia de nuestro antiguo Regimiento. Este relato sobre la Cía Expedicionaria de Radio es uno de ellos.
Un saludo.
Como bien dice Julio, est blog está dedicado al recuerdo de quienes pasaron por el Regimiento de Transmisiones de El Pardo. No cabe pues originar debates cuyo lugar está en Foros y Webs especializadas en estos menesteres.
ResponderEliminarSaludos desde Madrid, Tenerife y Zaragza.
Me he emocionado leyendo este relato de la batalla de Edchera. Yo estuve en Edchera un año, entre 1970 y 1971. Entonces el Destacamento de Edchera (Fort Chacal) era nuestra base, el Grupo Nómada III de la Agrupación de Tropas Nómadas del Sahara, la Legión estaba ya en El Aaiun. Mi Compañía, la 2ª, ibamos en Land Rovers, pero otra Compañía iba en camellos. Hacíamos instrucción de combate y ejercicios de tiro en la zona de la batalla, todavía recuerdo el escudo legionario hecho con piedras blancas en una de las laderas de Saguia El Hamra. Hubo en el tiempo que yo estuve allí algunos incidentes, concretamente uno en Hasi Tahj, el Pozo de Tahj, pero nada que ver con los hechos y combates que el Comandante Parra Vidal relata en este blog. Los problemas más serios fueron de nuevo en esta zona entre 1973 y 1975, yo ya no estaba. Saludos.
ResponderEliminarGracias Parra por este testimonio. Es una joya para la memoria del arma de ingenieros. Me he emocionado leyéndolo. tremendos aquellos momentos con Vilela siguiendo al comte y recibiendo impactos en el dodge. D.e.p. Mayoralas, hay que mantener su recuerdo, es una obligación moral para todos nosotros.
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