Suele ser habitual no percibir el paso del tiempo hasta que nos detenemos a recordar un acontecimiento concreto o una experiencia vivida. Es en este momento cuando nos paramos a calcular la diferencia temporal entre el presente y ese acontecimiento que nos llega a la memoria. Sólo entonces exclamamos la conocida expresión “el tiempo vuela”.
Así, recordando tal día como hoy, 23 de febrero, pero de hace treinta y dos años, esa expresión vuelve a aparecer en el horizonte. Para muchos serán pocos años, sobre todo para los más veteranos de este espacio. Para otros será una franja de tiempo que no llegan a alcanzar porque todavía no habían nacido.
No es mi intención traer a colación los acontecimientos acaecidos en aquella fecha. De sobra son conocidos para los sectores poblacionales anteriormente citados. Pero ya sea porque aquella experiencia se viviera “en directo” o se tenga noticia de ella a través de los libros de historia, debería ser motivo para hacernos reflexionar sobre el clima de crisis. incertidumbre y desasosiego en todos los órdenes que en la actualidad estamos viviendo.
Aquellos años eran el inicio de un camino en el que se abrían las puertas para la esperanza y la ilusión. Hacía muy pocos años que había sido promulgada la Norma Vértice que, con su “espíritu de consenso”, superó paulatinamente no pocas de las dificultades que por entonces atenazaban la conciencia de los españoles.
Hoy, treinta y dos años después, aquel mítico y casi legendario “espíritu” parece tambalearse peligrosamente a merced de las veleidades de la clase política que no acaba de afrontar en su justa medida la tarea de superar el enrarecido ambiente que flota en no pocas de las actividades cotidianas de la ciudadanía.
Todos coincidiremos en que tanto las crisis económicas como las sociales tienen un “iter” y que no son indefinidas. Pero si por cualesquiera motivos seguimos empecinados en no vislumbrar el camino de la recuperación y del crecimiento, aquellos históricos años que vieron nacer nuestra joven democracia no habrán servido para nada.
Con independencia de ideologías o afinidades políticas, todas perfectamente respetables, es el momento de establecer un objetivo común, dejando atrás la oratoria del “y tú más” para caminar todos juntos por la senda del crecimiento.
Desde este espacio, así lo deseamos.
Saludos desde Tudela.