Año Nuevo de 1961, me encontraba en el regimiento bastante solo, muchos compañeros se hallaban disfrutando el segundo turno de permiso navideño; sobre las 4 de la tarde decidí tomar el autobús con destino a Madrid en la misma parada que tenía en la puerta del acuartelamiento. Llego a Argüelles y emprendo mi caminata de costumbre: Princesa abajo desemboco en la Plaza de España, tomo la Gran Vía y llego a Callao. Hacía frío, entré en Billares Callao, un emblemático salón donde la gente jugaba al billar y ponía discos echando un duro en aquellas máquinas tragaperras que hacían girar los microsurcos. Tras tomarme un café bien caliente y escuchar Diana, de Paul Anka —por entonces mi cantante preferido—, permanecí allí un buen rato, una vez entrado en calor salí de nuevo a la calle y reanudé mi recorrido, pasé por la puerta de una sala de fiestas, creo recordar se llamaba Lus-May; eran ya casi las 7 de la tarde, una hora un poco avanzada para tener que regresar a El Pardo en el último autobús que salía sobre las 10,30 de la noche. Pero era día de año nuevo y yo estaba dispuesto a divertirme un rato, así que entré en Lus-May. Para los que no conocieron aquella magnífica sala les diré que era impresionante, muy grande, varias pistas de baile, orquesta sobre un gran escenario, chicas y chicos llenando multitud de mesas… No había visto nada igual. Lo típico, saqué a una chica a bailar y estuve con ella hasta que miré el reloj y me di cuenta que debía darme prisa si quería tomar el último autobús. Cogí el Metro y me metí en Argüelles, con tan mala fortuna que perdí el autobús por 15 minutos.
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Mi desolación fue total, me vi en Madrid solo, helado de frío, casi las 11 de la noche, ya no me quedaba en el bolsillo dinero ni para un bocadillo, sólo tenía lo justo para el autobús. Pensé que si me dirigía caminando hasta la carretera de El Pardo alguien podría recogerme y trasladarme hasta la puerta del cuartel. Me puse en marcha y al pasar por el Arco del Triunfo ya me encontraba extenuado, había caminado mucho durante la tarde y estuve más de dos horas bailando, ya no podía más. Por otra parte, en aquella época no había casi tráfico alguno con dirección a El Pardo, y menos a esas horas, así que raramente podría hacer auto-stop.
Mi desolación fue total, me vi en Madrid solo, helado de frío, casi las 11 de la noche, ya no me quedaba en el bolsillo dinero ni para un bocadillo, sólo tenía lo justo para el autobús. Pensé que si me dirigía caminando hasta la carretera de El Pardo alguien podría recogerme y trasladarme hasta la puerta del cuartel. Me puse en marcha y al pasar por el Arco del Triunfo ya me encontraba extenuado, había caminado mucho durante la tarde y estuve más de dos horas bailando, ya no podía más. Por otra parte, en aquella época no había casi tráfico alguno con dirección a El Pardo, y menos a esas horas, así que raramente podría hacer auto-stop.
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Tenía necesidad de sentarme en alguna parte y resguardarme del intenso frío, vi una puerta en el Arco del Triunfo entreabierta, salía un haz de luz, me acerqué y, tímidamente empujé, allí había tres hombres sentados en sillas bajas con una fogata en medio, se calentaban y asaban trozos de panceta que ponían sobre unas rebanadas que cortaban de una hogaza grande. Me miraron y uno de ellos me dijo: “¡Pasa hombre!, ¿qué haces a estas horas por aquí?” Les expliqué que era cabo 1º y todo lo que me había ocurrido. Uno de ellos me dijo: “No te preocupes chaval, nosotros somos guardas de este arco y de una obra que hay aquí cerca, cena con nosotros y descansa a la lumbre, mañana a primera hora podrás coger tu autobús”.
Tenía necesidad de sentarme en alguna parte y resguardarme del intenso frío, vi una puerta en el Arco del Triunfo entreabierta, salía un haz de luz, me acerqué y, tímidamente empujé, allí había tres hombres sentados en sillas bajas con una fogata en medio, se calentaban y asaban trozos de panceta que ponían sobre unas rebanadas que cortaban de una hogaza grande. Me miraron y uno de ellos me dijo: “¡Pasa hombre!, ¿qué haces a estas horas por aquí?” Les expliqué que era cabo 1º y todo lo que me había ocurrido. Uno de ellos me dijo: “No te preocupes chaval, nosotros somos guardas de este arco y de una obra que hay aquí cerca, cena con nosotros y descansa a la lumbre, mañana a primera hora podrás coger tu autobús”.
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Así lo hice, tras tomarme una rebanada de pan con panceta y un trago de vino de una bota, me quedé dormido junto a la hoguera, a las 7 de la mañana, tras darles las gracias por su providencial ayuda, me marché en busca del autobús. Llegué al regimiento y, aprovechando que no tenía servicio, me metí en la cama.
Así lo hice, tras tomarme una rebanada de pan con panceta y un trago de vino de una bota, me quedé dormido junto a la hoguera, a las 7 de la mañana, tras darles las gracias por su providencial ayuda, me marché en busca del autobús. Llegué al regimiento y, aprovechando que no tenía servicio, me metí en la cama.
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Cada vez que veo en fotos o en televisión el Arco del Triunfo siempre le comento a quien esté a mi lado: “Ahí pasé una noche de año nuevo sentado al lado de tres hombres buenos que fueron providenciales para mí”.
Cada vez que veo en fotos o en televisión el Arco del Triunfo siempre le comento a quien esté a mi lado: “Ahí pasé una noche de año nuevo sentado al lado de tres hombres buenos que fueron providenciales para mí”.
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Feliz Año 2010 a todos los lectores de Historias de El Pardo con mis mejores deseos.
Antonio Colomina
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El equipo de “Historias de El Pardo” se enorgullece de poder iniciar el año nuevo con este trabajo de Antonio Colomina al que siempre estaremos eternamente agradecidos, al ser uno de los más importantes engranajes de este Blog.
Antonio Colomina, escritor, acaba de publicar su primera novela “Como la seda y el esparto” una obra que lleva por subtítulo 'Memorias de un zagal de la posguerra', que ha sido editada por ECU (Editorial Club Universitario). Un volumen de 207 páginas, prologado por el también oriolano y escritor Julio Calvet Botella.
Anteriormente ha publicado los libros 'Orihuela, dulce pueblo' y el segundo, 'Orihuela, sus calles, sus plazas, sus gentes'.
El compañero y amigo Antonio Colomina es un lujo para “Historias de El Pardo”.
Feliz Año 2010 a todos los lectores de Historias de El Pardo con mis mejores deseos.
Antonio Colomina
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El equipo de “Historias de El Pardo” se enorgullece de poder iniciar el año nuevo con este trabajo de Antonio Colomina al que siempre estaremos eternamente agradecidos, al ser uno de los más importantes engranajes de este Blog.
Antonio Colomina, escritor, acaba de publicar su primera novela “Como la seda y el esparto” una obra que lleva por subtítulo 'Memorias de un zagal de la posguerra', que ha sido editada por ECU (Editorial Club Universitario). Un volumen de 207 páginas, prologado por el también oriolano y escritor Julio Calvet Botella.
Anteriormente ha publicado los libros 'Orihuela, dulce pueblo' y el segundo, 'Orihuela, sus calles, sus plazas, sus gentes'.
El compañero y amigo Antonio Colomina es un lujo para “Historias de El Pardo”.
Amigo Julio G. Blanco, ¿que sería de la historia si no hubieran pesonas como tú que la cuentan en forma breve, amena y sin adulterar.
ResponderEliminarEs un gozo leerte, así como a tus amigos Julio Calvet y Antonio Colomina..
Un abrazo amigo, aque Dios les bendiga.
Jecego.